27 de marzo de 2007

Relaciones

De camino a casa he llamado a Rafa. Lo ha dejado con Marta; es la tercera vez en lo que va de año que tiene que volver a casa de sus padres.
Se me ha puesto a llorar y no he conseguido que dejara de hablar de ella: de lo maravillosa que era y de lo mal que se había portado él... Lo típico. Si Rafa pudiera ver su relación desde fuera cómo la vemos sus amigos se daría cuenta de que está obsesionado -no creo que realmente esté enamorado ya a éstas alturas- de una mujer egoísta y manipuladora. Lo mejor que podría hacer es olvidarla.
Mañana hemos quedado para tomar unas Volls. Éso siempre le anima, aunque sólo sea un poco.

Subiendo por la escaleras me ha trepado por la garganta el ya familiar sabor a sangre. Al menos no me ha pillado en el tren.
Ésta vez la sangre ha salido más espesa y oscura y ha dejado de manar antes que las otras veces. No sé si es buena o mala señal. Quizás debería buscar en Google sobre éstos síntomas. Podría estar muriéndome y yo sin saberlo. Irónico, morirme justo ahora que he conocido a mi media naranja -siento ser tan tópico, pero el momento acompaña- y cuando estoy a punto de convertirme en el primer superhéroe de la Tierra. Suena glorioso.

Ahora que caigo, será difícil ocultar algo así en mitad de la naturaleza, durante tres o cuatro días. Tengo que inventarme algo, y que no suene muy chungo. Lo último que quiero es asustar a Sara.

Después de ducharme he puesto The Book of Secrets en la minicadena y me he relajado en el sofá contemplando el mar. Poco después he cerrado los ojos y he dejado que la música me transportara a lugares lejanos, exóticos, dónde la magia aún existe.
Y entonces ha sonado el timbre de la puerta, dándome un susto de muerte.

Era Magda. Quería saber cómo estaba. Dice que la dejé preocupada el sábado, al irme de aquella manera. Le he agradecido su interés y le he dicho que estuviera tranquila, que ya estaba mucho mejor, y le he dedicado la mejor de mis sonrisas.
Finalmente ha sonreído también -después de unos instantes de duda, cómo si me estuviera escrutando mentalmente- y me ha preguntado si quería cenar con ella mañana. He rechazado su invitación contándole a grandes rasgos la situación de Rafa y le he dicho que el Jueves lo tenía libre.
Mientras bajaba las escaleras ha dicho, a modo de despedida:
- El Jueves, pues. Ven a la hora que quieras. Y cuídate, Daniel, haces mala cara.

En cierto modo Magda me da pena. Es una mujer demasiado especial para estar tan sola. Y además aún es joven. Debería salir y conocer gente, aunque no parece que la idea le entusiasme. Dice que prefiere quedarse leyendo. Así que si puedo hacerle compañía y animarla un poco con mis tonterías no seré yo quién se niegue. Intentaré romper poco a poco las absurdas barreras que se ha impuesto; es lo mínimo que puedo hacer para compensarle por sus exquisitos guisos.

Ahora voy a hacerme algo de comer, que mi estómago ya está protestando al pensar en la cena del Jueves.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buenas. He estado leyendo tus comentarios. Vengo del blog de al lado :P.

Comentarte que lo de los números es algo que ahora mismo voy a dejar así. Por cuestión de comodidad. En cuanto la cosa tome un rumbo iré editando para "limpiar" el estilo.

Respecto a la penúltima entrada, la que suena raro porque hay alguna frase que desentona. Me alegra mucho que digas eso. Si te fijas está entrecomillada y en cursiva. En teoría es algo que no escribe "el prota". He intentado que sea diferente e incluso infantil. Repetir palabras que sería muy fácil sustituir por sinónimos y cosas así para ensuciar la lírica.

Creo que en lugar de soltarte el royo por aquí te pasaré mi email por PM en el foro para no llenarte el blog de comentarios de este tipo.

Sigo leyendo la historia. Me gusta esta calma que ha llegado de pronto.

Muchas gracias por todo!!