27 de abril de 2007

Una noche de cine

Nos encontramos a las 21.30h frente a la estación de metro de Fontana, en el barrio de Gracia, cómo me había indicado Carmen.
Juan Blanco hizo una aparición similar a la de la primera vez, cómo salido de la chistera de un mago. En ése momento me imaginé a toda la gente cercana dejándolo todo de lado para aplaudirnos frenéticamente, y a nosotros dos bajo la deslumbrante luz de los focos.
-Hola, Daniel -saludó Juan Blanco, sonriendo. Me había leído la mente, lo que me hizo enrojecer un poco y sentirme bastante idiota -. Sígueme, va a empezar la película.

Creí haberle entendido mal, pero no dije nada y le seguí en silencio. Unos minutos después, mientras andábamos por una de las estrechas callejuelas que cruzan el barrio de lado a lado, volvió a hablar:
-Es una de las primeras cosas que te enseñaré -no entendí a qué se refería y se dió cuenta, por lo que siguió hablando -. Me refiero a detectar a uno de nosotros antes de que llegue junto a tí. Puede serte muy útil, y salvarte la vida en más de una ocasión.
Asentí en silencio, no me sentía cómodo. Intentaba no pensar, concentrarme sólo en lo que él decía y a la vez dejar a un lado las dudas. El plan de Rafa parecía muy sencillo rodeado de amigos y con dos cervezas de más, pero allí, junto a aquel hombre extraño, no lo fué en absoluto.
-¿Qué te preocupa? -preguntó. "Putos telépatas" pensé antes de poder pararlo. "Mierda. Mierda, mierda".
Juan Blanco me miró divertido. Luego dijo, sin dejar de sonreir:
-Si quieres, puedo dejar de leerte. Lo hago para conocerte más rápido y poder sacar lo mejor de tí, pero si lo prefieres podemos volver al método tradicional. Yo aprendí con él.
No me esperaba aquella reacción. Dudé unos segundos antes de asentir.
-Te lo agradecería de veras -dije, a la vez que un sentimiento de culpabilidad me invadía -. No estoy acostumbrado a todo ésto, y me resulta bastante... perturbador. Creo que puedo aprender mejor, al menos al principio, si me siento más relajado.
-Qué razón tienes, Daniel. A veces olvido mis primeros días, mi propio aprendizaje. Todo dudas y desconfianza. Y miedo, mucho miedo. Tú al menos no tienes miedo, tienes mucho ganado.

Seguimos andando en silencio, los dos inmersos cada uno en sus pensamientos, ésta vez en privado. Cruzamos un par de travesías y finalmente torcimos por una calle peatonal a la izquierda.
-Hemos llegado -dijo, deteniéndose frente a los cines Verdi.
Así que no le había entendido mal. Íbamos a ver una película. Aquello me sobrepasaba, no era lo que esperaba en mi primer día. Ir al cine a ver una película soporífera de un director de nombre impronunciable no era la idea que tenía del entrenamiento para superhéroe. Quizás era una prueba. Quizás Juan Blanco, mi maestro, quería medir mi fuerza de voluntad, pensé irónicamente.
Se adelantó hasta la taquilla, sacó dos entradas y nos metimos en el cine. En ningún momento me dijo qué íbamos a ver ni yo pregunté.

26 de abril de 2007

Ordenando las ideas (I)

Hoy veré a Juan Blanco. Carmen me dijo ayer que ya se encargaba de arreglar el encuentro.

No sé dónde me estoy metiendo. Hasta hace escasamente un mes yo era un tío cómo cualquier otro, un currante más atrapado en los engranajes de una rutina autoimpuesta. Y ahora voy camino de convertirme en una especie de superhéroe. Joder, suena a chiste.

Cuando todo empezó creí erróneamente que era el primer humano con poderes, pero he podido comprobar éstas últimas semanas que no soy tan especial. Hay cómo mínimo tres personas más, que yo conozca: Juan Blanco, Carmen y Perro Negro. Y por lo que me han dicho unos y otros, puedo deducir que hay muchos más.
Lo que me lleva a plantearme qué hacen éstas personas, a qué se dedican, porqué no se sabe nada de ellas. Unos cuantos cómo nosotros podrían marcar la diferencia con facilidad, e incluso hacerla evidente para el resto de la humanidad. ¿Porqué permanecer en las sombras? ¿Porqué no unirse y arreglar todo aquello que no funciona?
Espero que el encuentro de hoy dé respuesta a alguna de mis dudas.

Por cierto, Carmen dejó entrever, antes de cortar la conexión, que si me porto bien me dirá dónde puedo ir a conocerla.

25 de abril de 2007

Su nombre

Ésta tarde, serían las cinco y poco, he notado de nuevo el zumbido delator de un escaneo mental, pero ésta vez no me ha molestado. Ha llegado más débil que nunca, posiblemente habría pasado desapercibido si no conociera la sensación, y sinceramente me ha alegrado sentir de nuevo la presencia en mi mente de "La Voz", al menos era una señal de que seguía ahí, fuera dónde fuera "ahí". Desde el lunes, cuando apareció Perro Negro, no había sabido nada de ella, y me preocupaba que la intervención del gigante la hubiera dañado o le hubiera afectado de alguna forma.
-Gracias por preocuparte, Daniel -ha dicho la voz sin rastro alguno de emoción en el tono, cómo de costumbre -. Eres un buen chico.
"Hola..." he empezado a formular un saludo, y entonces ha sido cuando me he dado cuenta de que no sabía su nombre -si es que lo tenía- y que llamarla directamente "La Voz" no quedaba demasiado bien.
-¿De verdad quieres saber cómo me llamo? -ha preguntado ella. Parecía que le extrañara mi interés.
"Ya que hablamos a menudo, creo que sería lo suyo, ¿no?"
Entonces ha guardado "silencio" durante un par de minutos. Casi he podido sentir sus dudas cómo si fueran las mías. Quizás no quería decirme su nombre. Quizás era la forma de mantenerse a salvo. Si ella lo consideraba necesario, podía pasar sin saber su nombre verdadero, con que me dijera cómo llamarla en lugar de el mote que le había puesto...
-Vale, te diré mi nombre..., sólo es que hace mucho que no se lo digo a nadie. No llego a conocer a demasiadas personas aquí, ¿sabes? Sí, puedo leer por encima lo que piensan, muy vagamente la mayoría de las veces, ver a través de sus ojos en ínfimas ocasiones, e incluso comunicarme con algunos, como contigo, pero son muy pocos los que están predispuestos a ello.

Es extraño, ahora, después de leer lo que acabo de escribir, me doy cuenta de que hasta hoy pensaba en ella cómo en algo parecido a una máquina, supongo que por ésa falta de expresión y emoción que se percibe en su tono cuando "habla". Hasta hoy había sido sólo una voz que contactaba conmigo para darme instrucciones, cómo un ordenador, más o menos.

Finalmente, después de otra pausa, me ha dicho cómo se llamaba. Tengo que confesar que no me esperaba un nombre cómo ése.

-Me llamo... Carmen.

Reunión

Ayer quedé con Sara, Rafa y Xavier, para hablar de mis encuentros con Juan Blanco y Perro Negro. Sara me pasó a buscar por el trabajo y nos volvimos juntos desde Barcelona. Habíamos quedado con mis amigos en el Menta Negra.

Lo de quedar con ellos e involucrarlos aún más no sé hasta que punto será una buena idea. La pesadilla de la noche anterior aún sigue fresca en mi memoria, y tiene toda la pinta de ser una especie de sueño premonitorio o una advertencia, aunque también pudo ser algo más sencillo: la manisfestación subconsciente de mis miedos más profundos. El Dr. Freud tendría algo que añadir a éso, y casi con seguridad sería algo relacionado con algún tipo de abuso que debí padecer en mi infancia.
El caso es que la teoría de la premonición no se sostiene. Mis poderes son de otro tipo, así que he decidí aparcarla.
No podía guardarme todo aquello para mí, era demasiado grande. Además, ahora más que nunca necesito segundas, terceras, e incluso cuartas opiniones. Necesito ver la escena desde todos los ángulos posibles.

-Pues vaya lío -dijo Xavier cuando terminé de relatarles lo sucedido éstos últimos días. Sólo había dado dos sorbos a su zumo desde que había empezado la reunión, una hora antes.
-Es una decisión importante la que tienes entre manos -añadió Rafa, luchando por arrancar la etiqueta de su botella.
-Por éso os he reunido a todos hoy. No tengo ni puta idea de qué hacer. Cualquiera de los dos podría estar mintiendo.
-O los dos a la vez -murmuró Sara. Levanté la vista hacia ella frunciendo el ceño. No había contemplado aquella posibilidad.
-¿Y si te lo montas por tu cuenta? Yo creo que pasaría de los dos... Puede que tardes más en dominar tus poderes, pero eres un tío inteligente. No necesitas a un Morfeo.

Las palabras de Xavier habían dado en el clavo. Juan Blanco se me había aparecido en el momento adecuado, representando fielmente el papel de tutor. ¿Pero aquello dónde deja a Perro Negro? ¿Cuál es su papel? Lo único que tengo claro es que se conocen entre ellos, y que no son amigos precisamente.

Rafa habló de nuevo:
-Suponiendo que Perro Negro diga la verdad y que el viejo sólo quiera utilizarte cómo a un simple peón, ¿porqué no sacar provecho de ello?
Los tres le miramos en silencio, esperando a que continuara de exponer su idea. Él, sabiendo que había captado nuestra total atención, se lo tomó con calma. Dió un par de tragos a su Voll, se aclaró la garganta, y continuó allí dónde lo había dejado:
-És bien sencillo. Reúnete con él y aprende todo lo que puedas, a la vez que nos mantienes informados de todo. Alguno de nosotros se dará cuenta si algo cambia, si las cosas empiezan a torcerse o a oler mal. Cuando llegue ése momento te diremos: "hasta aquí, Daniel", y tú deberás hacernos caso -mi mejor amigo miró a Sara y a Xavier, y ellos asintieron. Luego los tres pares de ojos me miraron a mí con convencimiento -. Te pararemos a botellazos si hace falta -bromeó Rafa, suavizando algo la situación -, pero no cruzarás ésa línea invisible que puede llegar a convertirte en el Darth Vader del siglo XXI, éso tenlo por seguro.
Nos relajamos totalmente tras ésa última frase, riéndonos con ganas, y Xavier pudo al fín darle un tercer trago a su zumo.

-Una última cosa -dijo Rafa a los pocos minutos -, no le hables al viejo de Perro Negro. No la cagues en éso. Pase lo que pase, no le hables de él.
-Creo que puede leerme la mente, tío.
-Entonces no pienses en él cuando estés en su presencia.
-Piensa en mí, bobo, y en aquello que tanto te gusta que te haga... -añadió Sara, sonriendo picaronamente. Rafa y yo nos miramos, rojos los dos cómo tomates. Nos habíamos quedado sin palabras.
-¡Hablaba de los pastelitos de chocolate Cheddar, guarros!
Nos dió un ataque de risa que duró hasta que Xavier volvió del baño, que se quedó mirándonos sin entender nada. Luego añadió:
-¿Sabeis que eso de que Jesucristo fué el primer superhéroe de la historia ya lo había pensado yo hace años?
Las risas se convirtieron en carcajadas estentóreas, los estómagos empezaron a dolernos y las lágrimas caían imparables por nuestras mejillas. Xavier empezó a reirse también, supongo que por pura inercia.

24 de abril de 2007

Puto Chaikovski

Ésta noche he tenido un sueño de ésos que te dejan hecho mierda.

Avanzaba junto a alguien por unas catacumbas lóbregas, húmedas, iluminando nuestros pasos con una antorcha. Las sombras temblaban, y avanzaban y retrocedían a nuestro alrededor, cómo animales que no parecían decidirse entre el miedo y la curiosidad.
Ecos de una radio mal sintonizada llegaron de repente a nuestros oídos desde distintas galerías, arrastrando hasta nosotros los compases de El Cascanueces, apagando nuestros gritos y los de la persona que esperaba ser rescatada. Sabíamos que gritaba desde un lugar cercano, pero el estruendo provocado por la suite de Chaikovski nos impedía localizarla.
Una sensación de pérdida siguió a la de impoténcia, y entonces el que me acompañaba se volvió hacia mí con lágrimas en los ojos. Reconocí a Juan Blanco cuándo dijo en un murmullo:
-La hemos perdido, Daniel. Hemos llegado tarde.
Repentinamente los túneles se hallaron totalmente inundados y me encontré flotando en medio de la gran masa de agua helada, aguantando la respiración. Intenté moverme, buscar una salida a ciegas, impulsándome en el agua con torpeza al ritmo de la música. Ví luz a lo lejos y buceé hacia ella, y al acercarme los ví.
Primero ví a Sara, luego a Rafa y a Xavier, y después a mis padres. Finalmente flotó junto a mí un hombre de uniforme. Todos flotaban en el fondo, rígidos, muertos, y se mecían suavemente mientras me miraban con aquellos ojos sin vida, acusándome.
Abrí la boca para gritarles que yo no tenía la culpa, pero una tromba de agua bajando por mi garganta me lo impidió, ahogándome.

Súbitamente he despertado, cubierto de sudor y respirando con dificultad. Algo líquido, pegajoso y oscuro manchaba mis manos, mi rostro y las sábanas. Otra maldita hemorragia, he deducido segundos después, al recuperar la consciencia de dónde estaba. He vuelto a dormirme sin hacer ni el intento de ir a lavarme.

Cuándo me he despertado ésta mañana casi me muero del asco.

23 de abril de 2007

Cuestión de confianza

Después de un duro día de trabajo, justo al salir del edificio dónde tengo la oficina, el conocido zumbido ha vuelto a mí, aunque ésta vez más suave, cómo me había asegurado "La voz" la última vez que hablamos. "Ya lo echaba de menos", he pensado irónicamente.
Me he despedido de la portera, que entraba en ése momento, y he salido a la calle. Qué calor, joder. Cuando me disponía a quitarme la americana, "La voz" ha penetrado en mi cerebro con una advertencia:
- Siento una presencia anómala cerca. Viene hacia tí. Deberías...
La conexión se ha cortado de repente, dejando tras de sí el eco agónico de "La voz" y un dolor de cabeza tan intenso que casi me tumba en el suelo. Cuando el mal ha remitido he abierto los ojos lentamente, y no he necesitado más de dos segundos para saber quién era la "presencia anómala".

Todo a mi alrededor estaba en blanco y negro, la gente de la calle se habían convertido en maniquíes o estátuas, y el Sol había perdido su fuerza. Ya no necesitaba quitarme la americana.
-Ya puedes salir, Perro Negro -he dicho, buscándole con la vista entre la gente inmóvil. El sonido de una puerta de coche abriéndose ha precedido a su aparición. Ha descendido del taxi con la parsimonia que le caracteriza, y con su sonrisa profident. Ésta vez Perro Negro vestía como un alto ejecutivo, con maletín incluido.
-¿Ya nos conocemos, eh? -ha bromeado subiéndose a la acera sin mover ni un músculo de la boca, manteniendo su eterna sonrisa de joker negro. En ése instante me he dado cuenta de que empezaba a perderle el miedo. No he contestado y he esperado a que se situara frente a mí. Ésta vez le he mirado fijamente a los ojos levantando la cabeza, desafiante.
-Te propongo un trato -ha dicho de repente, desviando la mirada hacia el maletín. Cuando he bajado la mía lo ha levantado un poco, mostrándomelo y acariciándolo con la mano libre cómo quién muestra un valioso tesoro -. Si me prestas a tu novia durante tres días te daré el contenido de éste maletín.
Nuestros ojos se han vuelto a cruzar y recuerdo haber pensado en ése momento que algún día le destrozaría ésa sonrisa suya tan odiosa. Algún día no muy lejano, espero.
-Es broma, amigo Daniel -ha susurrado acercándose a mi cara. No me ha gustado nada ése "amigo" salido de su sonrisa de sal -intentaba suavizar un poco las cosas entre nosotros. Jamás compraría el amor de una mujer.
-¿Qué coño quieres? -he preguntado, hasta los cojones de aguantar sus juegos.
-Venga, venga... Tranquilízate. Las cosas no son cómo crees. No soy tu enemigo. Ni yo ni ninguno de mis hermanos. A pesar de que te metiste dónde no debías, al final recapacitamos y decidimos olvidar el agravio. No tuviste la culpa y lo sabemos. Sólo actuaste cómo consideraste correcto en ése momento. Cualquiera puede equivocarse... ¿somos humanos, no, Daniel? -aquella pregunta olía a juego sucio, a las trampas de un fullero, a secretos sin pronunciar. Y a la vez olía a esperanza, a un nuevo día, a una vida mejor.
-Qué es lo que quieres de mí? -he insistido. La presencia de Perro Negro, sumada al intenso frío que azotaba todo a su alrededor, me hacía perder la paciencia a la vez que me destrozaba los nervios. No es nada agradable hablar de gilipolleces a varios grados bajo cero con un negro de más de dos metros que además no mueve los labios al hablar. No es una experiencia que le desee a nadie.
-Bien, vayamos al grano pues, si es lo que quieres -diciendo ésto se ha agachado de nuevo hacia mí y ha empezado a hablar en susurros junto a mi cara -. Sé que has estado con el viejo. Seguramente te habrá hablado de Jesucristo, de Pedro, y de sandeces sobre los desheredados de la Tierra. Me apuesto lo que hay en el maletín a que ya te ha mostrado su biblioteca, ¿me equivoco?
Nuestras miradas se han cruzado en silencio, y luego ha continuado, bajando aún más el tono de voz:
-He venido a darte un consejo, Daniel, y espero que luego no me vengas llorando, pidiéndome ayuda o perdón por no haberme creído.
"Ése viejo te instruirá y te ayudará a comprender aquello en que te estás convirtiendo, te mostrará maravillas que nunca has creído posibles. Te aconsejará en los momentos malos y te prestará su fuerza cuando desfallezcas. Con el tiempo se convertirá en un segundo padre para tí. Y cuando no exista ni una grieta, ni una sombra que amenace tu confianza en él, te clavará una daga oscura y ponzoñosa en el corazón y te abandonará en el rincón más sucio de la ciudad."

Me he quedado ahí quieto, soltando volutas blancas de aire condensado cada vez que espiraba. Escasos centímetros separaban nuestros rostros. Sus ojos, de un tono verde amarillento muy claro me observaban con curiosidad, cómo si se preguntaran qué haría yo a continuación.
Y de repente ha desaparecido.

Dos minutos más tarde, en los que no me he movido del lugar tratando de analizar aquél encuentro, me he quitado la americana y me he dirigido a la estación. Volvía a hacer calor.

La Biblioteca Invisible

-Aquí se reúne todo el conocimiento que existe sobre nuestra civilización -dijo Juan Blanco caminando a mi lado. Gigantescas estanterías nos flanqueaban, fundiéndose con las sombras que crecían a lo lejos y sobre nuestras cabezas. Aquella biblioteca parecía el sueño febril de un aficionado a la lectura con todo el tiempo del mundo -, aunque no encontrarás ningún libro de historia que puedas comprar en una librería, ni ninguna biografía autorizada de los grandes hombres y mujeres que se supone cambiaron o influyeron en el devenir de nuestra historia.
"Ésta es la cuna del conocimiento de los eternos perdedores, de los pobres y de los perseguidos. De los incomprendidos tomados por locos. En resumen, Daniel, aquí está la historia inalterada, tal como realmente fué, cruda y sin aderezar."
Asentí sin comprender qué tenía que ver aquello conmigo mientras mis ojos seguían ocupados leyendo los títulos de los lomos a medida que avanzábamos, buscando alguno que reconociera. ¿Cómo podía ser verdad lo que decía? ¿Cómo habían podido mantener aquello oculto tanto tiempo?
-Sé paciente, Daniel, pronto comprenderás -dicho ésto se detuvo y sacó un voluminoso tomo de aspecto muy antiguo de un estante. Me lo mostró. El título estaba en latín, grabado en letras doradas casi ilegibles.
"Confesiones de Pedro -tradujo Juan Blanco para mí. Nunca había oído hablar de él, así que me limité a encogerme de hombros -. En éste texto se basan tanto El Nuevo Testamento cómo la actual Biblia, aunque casi todo lo que hay aquí escrito fue eliminado y sustituido. Lo único que ha llegado hasta nuestros días es la Primera Epístola de San Pedro, la carta bíblica dirigida a "los desconocidos diseminados por el extranjero", aunque con algunos cambios, cómo por ejemplo las palabras "vida santa", inexistentes en el texto original.
"Pedro empezó a escribir sus andanzas junto a Jesucristo de Nazaret después de renegar de él, arrepentido y sintiéndose culpable por su cobardía. Gracias a él hoy sabemos que Jesús no era hijo de Dios, sino un hombre común, un carpintero que un buen día despertó cambiado, dotado de unos poderes inexplicables. Cómo tú, Daniel, y cómo tantos otros a lo largo de la historia. Gente que intentó cambiar el curso de los acontecimientos, marcar ésa diferencia que tanto te obsesiona, y que fueron perseguidos, asesinados y olvidados. Según éste texto, Jesucristo sería el primer superhéroe del que tenemos constancia escrita, aunque es de suponer que muchos de los nombres que conocemos y que atribuimos a dioses o guerreros legendarios fueran también hombres cómo él."
Yo guardaba silencio, escuchando e intentando asimilar lo que me estaba contando. Nunca he sido una persona religiosa y me considero agnóstico desde que tengo uso de razón, pero cuando llevas unas semanas con poderes, alguien a quién nunca has visto te habla directamente al cerebro y te transportan de un lugar a otro en una milésima de segundo, empiezas a creer que todo es posible por inverosímil que parezca. Pero aquello era demasiado, sentí que el cerebro me iba a estallar. La realidad entera parecía estar quebrándose a mi alrededor. De repente me daba la sensación de que todo lo que conocía era mentira.
-Tómate tu tiempo, Daniel -dijo Juan Blanco, y su voz me tranquilizó un poco -. Tienes mucho en lo que pensar y sé que estás cansado. Vuelve a casa y relájate. Descansa mañana y piensa en lo que te he contado. Cuando estés preparado volveremos a vernos y empezaremos con tu entrenamiento.

Lo siguiente que recuerdo es despertarme en mi cama al día siguiente. El reloj-despertador marcaba las 17:03. Al principio pensé que todo había sido un sueño muy real, pero al salir al comedor ví el libro sobre la mesa, junto a la carta de los juzgados que aún no había abierto.
Me tomé un vaso de leche con nesquik y me volví a la cama.

No me he despertado hasta ésta mañana para ir a trabajar. Creo que nunca había dormido tanto.

22 de abril de 2007

Juan Blanco

Ayer conocí a Juan Blanco por primera vez.
Apareció cuando el reloj marcó la medianoche. Apenas dos minutos antes habían cruzado la plaza un grupo de chavales, pero en ése momento la plaza estaba totalmente desierta, cosa extraña siendo sábado. Las farolas iluminaban el lugar por encima de los árboles.
De repente alguien posó una mano sobre mi hombro desde atrás y dí un respingo. Me hallaba en el centro justo de la plaza, debía haberlo visto venir, o cómo mínimo haberle oído.
Me volví preparado para cualquier cosa, apretando los puños inconscientemente. En ése momento pensé en Perro Negro, pero no era él el que estaba frente a mí. Era un hombre mayor, de rostro arrugado, de una palidez mortal y pelo completamente blanco. Sus ojos azul hielo se posaron en los míos y tuve la certeza de que ya le conocía. Vestía un traje anticuado totalmente blanco que hacía juego con su larga cabellera, y en la mano izquierda sostenía un delgado bastón de metal.
- Hola Daniel, soy Juan Blanco -dijo rompiendo el silencio con una voz suave, ligera, que inspiraba confianza -. He venido a ayudarte, a enseñarte. A mostrarte quién eres hoy y quién serás mañana. Soy tu guía a través del nuevo camino que se te presenta.
"Al fin respuestas" recuerdo que pensé en ése momento. Juan Blanco habló de nuevo, y por sus palabras supe que podía leer la mente cómo "La Voz":
- No tengo todas las respuestas pero sí algunas, en efecto. El resto te serán reveladas a su debido tiempo. Ahora, si eres tan amable, haz el favor de seguirme. Éste no es lugar seguro -me agarró del brazo y cruzamos bajo los árboles hasta la parte exterior de la plaza. Cuando estubimos junto a las escaleras que llevaban a la acera se detuvo y alzó el bastón de metal frente a una de las gárgolas que reposan en la baranda de piedra, que se iluminó hasta cegarme.

La canción "Hoy ya no estás aquí" de Il Divo sonaba cuando recuperé la visión. Ya no estábamos al aire libre. Juan Blanco se hallaba a unos metros de mí, hojeando un libro junto a un antiguo escritorio abarrotado de tomos y papeles enrollados. Nos encontrábamos dentro de una vieja y enorme biblioteca, iluminados tenuemente por lámparas de un cristal amarillo que dotaban de calidez al lugar.
Juan Blanco alzó la mirada del libro y dijo:
- Poca gente sabe de la existencia de éste lugar, y menos son los que han podido entrar.
Luego, extendiendo los brazos de un modo bastante teatral, añadió:
- Bienvenido a la Biblioteca Invisible, Daniel.

21 de abril de 2007

Preguntas sin respuesta

Estoy agotado. Si sigo a éste ritmo me va a dar algo.

Ayer en el tren, cuando estaba llegando a Barcelona, me asaltó de nuevo el zumbido de las narices, aunque por suerte duró sólo unos segundos antes de que la misteriosa voz hiciera acto de presencia dentro de mi cabeza, confirmando mi teoría sobre una relación entre lo uno y lo otro.
- Daniel, he estado preocupada por tí. Temía haberte perdido, pero gracias a Dios estás aquí -dijo la voz, y a pesar de que el tono era muy regular, casi robótico, pude sentir un deje de preocupación y apremio a la vez. Observé a mi alrededor, el vagón estaba lleno de gente. Si me ponía a hablar sólo ahí en medio me tomarían por loco.
- No hace falta que hables, Daniel, límitate a pensar lo que quieras decirme -me sentí imbécil cuando terminó la frase. ¿Cómo no había caído en que me leía la mente? Era evidente. Así era cómo había dado conmigo, pensé, pero seguía teniendo dudas.
- El zumbido que sientes es un efecto secundario de mi poder. Actúa sobre la gente a la que escaneo. Siento que te haya causado molestias, pero ahora que estamos conectados éstas irán desapareciendo paulatinamente hasta que llegará un momento en que no notarás absolutamente nada.
Aquello me tranquilizó un poco. Al menos ya había algo que sabía porqué me sucedía y que además tenía una fácil solución. "¿Cómo supiste a quién escanear? Cómo diste conmigo entre los centenares de miles de personas que se mueven día a día por Barcelona? ¿Hay más gente cómo nosotros? ¿Conoces a...?" la voz cortó el alud de pensamientos que había decidido liberar:
- No tenemos tiempo ahora, Daniel. No podré mantener el contacto mucho más y tienes algo pendiente qué hacer. Te prometo que te responderé a todas tus dudas pronto.

Mientras me bajaba en la estación de El Clot siguiendo sus indicaciones, la voz me explicó que la policía aún no había dado con el tipo que me había disparado, pero que me llevaría hasta él para que terminara el trabajo que había dejado inconcluso. Insistió en que no había tiempo que perder, que era muy importante poner a ése hombre en la cárcel. No me dijo el porqué, aunque después de recibir dos disparos de su arma me importaba un pimiento. Lo metería entre rejas, pero antes le iba a dar un pequeño escarmiento. Ya no me daba miedo.
Antes de desaparecer, la voz me hizo anotarme una dirección cercana a la estación. Se suponía que el tipo iba a estar en ella al menos una hora más. La voz se desvaneció antes de que pudiera pensar en cómo sabía lo que iba a suceder, así que me quedé con otra pregunta sin respuesta. Una más a añadir a la larga lista.

Llegué al edificio que la voz había creado en mi mente unos minutos atrás. Era viejo y parecía abandonado. Tenía toda la pinta de ser un piso okupa. Había varias pintadas en el muro, a ambos lados de la puerta. Una de ellas -que se repetía tres veces- llamó especialmente mi atención:

He estado aquí. Y tú me conocerás tres veces.

No era la típica frase ni tenía ningún sentido que yo debiera conocer, pero destacaba entre los tags que ensuciaban la pared cómo si fueran moscardones aplastados contra ella. Al leerla me pareció que ya la conocía, y además me embargó una extraña y súbita sensación de inquietud. Sentí cómo si hubieran escrito esa frase para que yo la leyera. Cómo si alguien quisiera advertirme.
Me devané los sesos durante un par de minutos intentando ubicar la frase, pero finalmente me dí por vencido. Avancé hacia la puerta de madera y la empujé ligeramente intentando no hacer ruido. Estaba abierta, y una escalera empinada, estrecha y oscura, subía flanqueada por unas paredes amarillentas llenas de manchas de humedad. El lugar olía a rancio.
Subí en silencio, esquivando algunas botellas vacías y cualquier otro desperdicio que pudiera advertir de mi presencia y llegué al primer rellano, de dónde partía un largo pasillo que se adentraba en la oscuridad. La escalera moría allí, al parecer alguien había echado abajo las que subían a los pisos superiores, quizás para evitar visitas inesperadas. Los cascotes se apilaban en el rellano, entre montones de basura que olían a rayos. Aguantando la respiración, opté por inspeccionar el pasillo antes de buscar una forma alternativa de seguir subiendo. Con suerte el tipo estaría detrás de alguna de las seis puertas que se perfilaban entre las paredes en sombras.

Tras las primeras dos puertas encontré dos apartamentos -si es que se les puede llamar así- de dimensiones ridículas. En el suelo de uno de ellos había montones de bolsas de basura llenas, queapestaban cómo una manada de animales en estado de putrefacción, y en el otro había tres colchones manchados y agujereados apoyados contra una pared. La única ventana que daba a la calle y por la que se filtraba algo de luz estaba cubierta con una sábana sucia. Ví una mochila vieja en un rincón que parecía llena, pero preferí no tocar nada. Si el tipo estaba en el edificio, cómo había asegurado la voz, tenía que estar en otro lado, así que volví al pasillo y avancé hacia las siguientes dos puertas.
Tuve suerte y encontré lo que buscaba al abrir la primera de ellas, la de la derecha, aunque lo que ví no era lo esperado. El apartamento estaba algo más limpio que los dos que ya había visto y la luz del día entraba por la ventana abierta, iluminando la escena. Había algunos muebles viejos pegados a las paredes y bajo la ventana, tumbado en un sofá desvencijado, estaba mi "amigo". Su gabardina estaba en el suelo, a sus pies.
No hizo ningún movimiento cuando entré ni pareció darse cuenta de mi presencia. Parecía dormido.
Me acerqué muy poco a poco. No sentía miedo, pero la idea de que me volvieran a disparar no me tentaba en absoluto. No quería volver al hospital, quizás la próxima vez no pueda salir tan fácilmente.
Al acercarme ví la goma atada por encima del codo y la aguja colgando. Sus ojos me miraron sin verme. Estaba en pleno viaje. Me agaché y registré la gabardina. Encontré el arma con que me había disparado unos días atrás, un par de bolsas bastante grandes llenas de un polvo blanco -heroína o cocaína, supuse- y una cartera con documentos y algo de dinero. Llevaba documentos de identidad de varios países y con distintos nombres.
Lo dejé todo dónde estaba y observé al asesino pensando qué hacer con él. Finalmente, viendo que el cabrón tenía viaje para rato, volví al apartamento dónde estaban los colchones, y arranqué un trozo de sábana con la que lo até luego. El hijo de puta no estaba en condiciones de recibir ningún tipo de lección, así que me conformé con llamar al 091 y largarme de allí. Con todo lo que llevaba encima lo iban a empapelar, así que de una forma u otra, había cumplido con mi misión. "Ya aprenderá lecciones en la cárcel" pensé al salir a la calle. Aspiré aire fresco y me sentí bien. Muy bien.

Luego me pasé por la oficina y avancé tanto trabajo cómo pude hasta que llegó la hora de ir a buscar a Sara y Rafa. Nos encontramos frente al Zurich y bajamos tranquilamente por Las Ramblas hasta llegar al Paseo Colón. Allí nos metimos en un japonés que conozco desde hace un tiempo, dónde se come muy bien aunque no te gusten el pescado crudo ni las algas, cómo es mi caso.
Los dos congeniaron rápidamente, y pronto se aliaron contra mi después de contarles con todo detalle lo sucedido éstos días atrás. La próxima vez, antes de desmayarme, les mandaré un mensaje al móvil informándoles de la situación...

El resto de la noche, lo que siguió después de que Rafa nos dejará tras tomar unas copas, prefiero guardarlo en mi cabeza. Hay cosas que no se sienten o recuerdan igual cuándo las lees. Sólo diré que he dormido más bien poco, por no decir nada, y que al levantarme he ido al despacho a trabajar en el diseño de una revista hasta primera hora de la tarde.
Después de comer me he echado una siesta que me ha dejado aún peor. Me hago mayor, joder.

Y encima ahora tengo que bajar a Barcelona. La voz ha conectado conmigo hace un rato y me ha dicho que tengo que conocer a alguien dentro de dos horas, en el centro de Plaza Catalunya. La frase exacta ha sido:

Debes conocerle hoy por primera vez.

¿Quién será? ¿Porqué tengo la sensación de que tiene algo que ver con las pintadas de la pared que he ví ayer tarde? ¿O es simple casualidad?
En fín, más preguntas sin respuesta. Espero que la cosa cambie pronto, porque empiezo a estar hasta los cojones de tanto misterio.



20 de abril de 2007

El abrazo de una madre

Me encuentro mucho mejor. Descansado y cómo si me hubieran quitado un enorme peso de encima. Ya no soy prisionero de mis secretos. Todas las personas que realmente me importan saben lo de mis poderes.

Hablando de personas que me importan ayer tarde recibí llamadas de Rafa y de Sara, estaban preocupados. A Sara tenía que haberla llamado anteayer, y a causa de las dos balas que me habían metido en el estómago evidentemente no pude, y con Rafa teníamos que vernos ayer por la tarde en el Menta Negra pero se me pasó. Total que me llamaron el uno detrás de la otra y les expliqué muy por encima lo que había pasado. Hemos quedado hoy para cenar juntos los tres, así de paso se conocen. No puedo seguir avanzando en una relación sin el visto bueno de mi mejor amigo, nunca he podido. Aunque sé que siempre lo dará. Confía en mi buen criterio cómo yo en el suyo.
Por cierto, le he prohibido que traiga a Xavier.

Algo después de las llamadas llegó el Doctor Vilamajor, el médico que ha estado siempre ahí cuando alguien de la familia lo ha necesitado. Es un hombre mayor, que creo debería estar ya jubilado, pero es bueno en su trabajo y mis padres tienen una confianza ciega en él. Siempre me recuerdan que mi tía "sigue viva gracias a su intuición y experiencia". Es casi uno más de la familia, en definitiva.
Por lo que no tuve reparos en contarle cómo había acabado con dos balas en mi estómago (obviando que ahora me dedico a hacer de superhéroe amateur), y de paso, ya que estábamos, aproveché para hablarle de las constantes y aparatosas hemorragias nasales, las migrañas, y del zumbido que desde hacía unos días me taladraba el cerebro. Evidentemente no hablé de la voz, a pesar de que estoy convencido de que tiene alguna relación con ésto último.
Me observó mientras le hablaba. Por su expresión supe que él era consciente de que no se lo estaba contando todo, pero cuando terminé mi exposición no preguntó. Se limitó a pedirme que me quitara la camiseta y me auscultó en silencio. Luego siguió con la revisión y cuando terminó dijo:
- Me parece que no se puede estar más sano Daniel, pero más valdrá que vayas a ver a un neurólogo lo antes posible, no querría equivocarme. Y respecto a tu rápida recuperación tras ser herido por un arma de fuego, carece de explicación lógica -en éste punto se calló y empezó a recoger sus herramientas. Mis padres y yo guardamos silencio y nos miramos, incómodos. Cuando terminó me miró, y luego a mis padres -. Para discernir con claridad cómo ha pasado habría que someter a Daniel a múltiples pruebas, la mayoría incómodas y dolorosas -vi el miedo cruzar el rostro de mis padres tras las palabras del Doctor -. Pero no os preocupeis -añadió, dotando a su arrugado rostro de una sonrisa amable -, conocí a éste hombre que hoy tengo delante cuando no era más que un bebé, luchamos juntos contra una doble neumonía y vencimos. No voy a dejar que ahora nadie le haga daño, y menos mis colegas. Yo arreglaré éste asunto, no os preocupeis.
Les dió la mano a mis padres y luego a mi. Luego salió por la puerta sin añadir nada más y los tres suspiramos aliviados cuando mi padre la cerró tras él.
Mi madre me dió un abrazo cómo no hacía desde muchos años atrás. Ya no recordaba cómo era el abrazo sincero de una madre preocupada.

Ahora bajaré a Barcelona, ya he dejado el trabajo aparcado demasiado tiempo y los clientes empiezan a ponerse nerviosos.

19 de abril de 2007

Resistente a las balas

La cagué. Lo último que recuerdo antes de despertar es el estallido de los disparos, los dos fogonazos cegándome al intentar apartarme y el olor a quemado. El muy hijo de puta me disparó a bocajarro en las tripas. Luego el mundo se vino abajo y las sombras me tragaron.

Llegué al 666 Deluxe con tiempo de sobra. Aún faltaban unos diez minutos pero al observar el local desde fuera me di cuenta de que algo no andaba bien, aunque no sabía el qué. Entré con calma, intentando serenarme a pesar de sentir cómo el corazón me latía con fuerza. El interior estaba bastante oscuro, aún no estaban encendidas las bombillas rojas que le daban aquel ambiente tétrico tan adecuado. El 666 Deluxe es un garito heavy bastante conocido que yo había frecuentado unos años atrás, durante mi época de estudiante.
Cuando mis ojos se acostumbraron a las sombras vi al tipo de la gabardina y el pelo blanco al que había venido a buscar sentado en un rincón, y entendí qué era lo que marchaba mal. En mi visión la puerta estaba cerrada, y ahora me la había encontrado entreabierta. Pasé la vista por el local, quieto frente a la entrada. Sólo estábamos el presunto asesino y yo, aunque salía ruido de la puerta de detrás de la barra. Desde donde yo estaba podía verle a través de un espejo, pero él no podía verme a mí así que decidí quedarme a la espera y ver qué sucedía. No podía abalanzarme sobre alguien sólo porque una voz desconocida me lo hubiera ordenado.
Un par de eternos minutos después, el propietario del bar asomó detrás de la barra. Seguía siendo el mismo después de tantos años.
Y entonces vi cómo el otro se levantaba y avanzaba hacia él llevándose una mano bajo la gabardina. Era el momento de actuar.
Al moverme, el barman reparó en mi presencia y el presunto asesino le siguió la mirada. Estaba a unos cuatro metros de ellos cuando sacó el revólver y me miró a los ojos con frialdad. Salté sobre una mesa cercana y desde allí me lancé sobre el tipo al mismo tiempo que él levantaba el arma. Lo tenía a escasos centímetros cuando abrió fuego sobre mí.

Lo siguiente fue despertarme en el Hospital de la Vall d’Hebrón. Mi padre dormía en una silla junto a mí y mi madre en una especie de sofá junto a la ventana. Fuera estaba oscuro.
“¡Mierda, estoy en un puto hospital! ¿Y ahora qué?” fue lo primero que pensé. “¡Me descubrirán!”
Luego recordé mis últimos segundos antes de perder la consciencia y me incorporé lentamente, con miedo, e intentando no hacer ningún ruido. No sentía ningún dolor, sólo la molesta vía que me habían enchufado en la muñeca para suministrarme el suero. Aparté la sábana y vi los vendajes que me cubrían el estómago, allí donde había recibido los disparos. Toqué un poco por encima y al comprobar que seguía sin dolerme me arriesgué a arrancarme las vendas y los apósitos.
- ¿Qué coño...? –preguntó mi padre de repente, a mi lado. Me volví hacia él y le hice una señal para que no gritara. Él se levantó y se acercó a mí. Parecía que aún no había salido del todo del sueño.
- ¿Qué haces? ¿Cómo...? –empezó bajando el tono de voz sin dejar de mirar el montón de vendas que había ido apilando al lado de la cama. Entonces le señalé el lugar dónde me habían herido.
- Hay algo que tengo que contaros, a mamá y a ti –dije mientras él se inclinaba sobre mi estómago. Luego me miró a los ojos sin saber qué decir -, pero no aquí. Tenéis que sacarme de este hospital.
- El médico ha dicho que tienes que estar...
- Ya estoy curado -le interrumpí, y me bajé de la cama de un salto. Me observó incrédulo mientras me quitaba la VIA -. ¡Papá, despierta! –susurré intentando hacerle reaccionar - ¿Dónde están mis cosas?
- ¿Qué pasa aquí? –dijo mi madre, acercándose a nosotros.
- Está curado, cariño. No me preguntes cómo, pero...
- Tenemos que irnos si no queréis que a vuestro hijo lo conviertan en un conejillo de indias –les interrumpí. Me estaba empezando a poner nervioso -. Joder, ya hablaremos en casa. ¿Dónde coño están mis cosas?
- ¡Daniel, habla bien! –me regañó mi madre, y para mi sorpresa corrió hacia un armario y sacó algo de ropa para mí. Luego miró el reloj y dijo:
–Si tenemos que irnos, será mejor que espabilemos. ¡En menos de media hora vienen a hacerte otra revisión!

Nuestra salida del hospital fue quizás demasiado fácil, aunque a esas horas de la madrugada lo raro sería que alguien hubiera reparado en nosotros.
De camino a casa de mis padres –viven en el mismo pueblo que yo, aunque en la otra punta-, les conté por encima todo lo que me había pasado durante el último mes, y a pesar de que se mostraron reticentes al principio acabaron creyéndome. Nunca he sido una persona de inventarse cosas.
Luego me contaron que el propietario del bar había sido el que había llamado a la ambulancia y a la policía, y que incluso había estado junto a mí en el hospital durante toda la tarde.
El criminal había escapado, pero al menos había salvado una vida.

Escribo esto desde el ordenador de mi madre, pues a pesar de encontrarme bien mi madre ha insistido en que estarían más tranquilos si me quedaba con ellos como mínimo hasta mañana. Tampoco me cuesta nada ceder por una vez.
No sé cómo han quedado las cosas en el hospital. Sólo sé que mi padre ha hablado con ellos varias veces, y que ésta noche vendrá el médico de la familia a verme. No tengo ni idea de cómo se desarrollarán las cosas a partir de ahora.
¡Lo que sí sé es que tengo un hambre atroz!
¡Y que soy resistente a las balas!

18 de abril de 2007

Voces en mi cabeza

Joder, joder, joder. Creo que me estoy volviendo loco de verdad.
Eso o tengo un tumor en el cerebro o algo por el estilo. Aunque claro, también podría creer en lo que me acaban de "decir".

El caso es que hace cinco minutos el zumbido ha remitido, y cuando ya pensaba que iba a desvanecerse por completo y que tendría un respiro, alguien ha dicho junto a mi oreja:
- Hola Daniel. No te asustes.
Casi me he levantado de un salto de la silla. Estaba encerrado hasta ése momento en la oficina y hacía más de una hora que ninguna puerta se abría. He mirado a derecha e izquierda. Estaba totalmente solo. Por un momento he pensado que me había quedado dormido y que lo había soñado, pero entonces la voz a vuelto:
- No estás soñando, pero no puedes verme porque no estoy ahí, aunque soy tan real como tú.
No he sabido discernir de dónde procedía la voz. Incluso he mirado la pantalla del ordenador por si se había abierto algún programa que desconocía, pero no. "¿Qué coño está pasando?", he pensado sin saber qué hacer.
- Pasa que alguien ha decidido echarte un cable -ha dicho la voz. Una voz extraña, neutra, sin acento de ningún tipo. Sin embargo, no sé como, he sabido que pertenecía a una mujer. ¿Quién era? ¿Dónde estaba?
- Las respuestas a su debido tiempo, Daniel, ahora tenemos trabajo que hacer. Dentro de 46 minutos y 23 segundos un hombre con un arma de fuego entrará en un bar llamado 666 Deluxe y matará al propietario de un disparo, a menos que se lo impidas. No hace falta que corras, el lugar está cerca.
Al desvanecerse la voz el molesto zumbido ha regresado, y con él ha aparecido una imagen en mi cabeza: el rótulo del bar. Lo conozco, está a dos calles de aquí. A continuación ha aparecido un hombre de cabello cano, mirando el rótulo junto a mí sin percibir mi presencia, iba enfundado en una larga gabardina de cuero negro. Creo que es el supuesto asesino.

No sé qué pensar, pero no pierdo nada por ir a hechar un ojo. Mejor me largo ya.

Futilidad

Estoy cabreado e indignado.
Indignado al comprobar una vez más de lo que es capaz el ser humano, y cabreado conmigo mismo por dejar que aún me afecte.

Ayer un chico mató a tiros a treinta y tres personas en Estados Unidos, la mayoría estudiantes cómo él; un hombre acabó con la vida de su novia apuñalándola en plena calle en Málaga; un niño de once años murió a manos de dos adultos después de que abusaran de él... Y la lista sigue...

¿De qué me sirve tener poderes en todos éstos casos?
Me siento inútil.
Por mucho que me esforzara, aunque dedicara todo mi tiempo a ayudar, los resultados serían tan pobres, tan insignificantes...
¿Cómo llegar a tiempo al lugar dónde se está cometiendo un crimen? ¿Cómo enterarse de que se está cometiendo?

Me siento mal al pensar ésto, pero no puedo evitarlo al ver las atrocidades de qué somos capaces, ¿nos merecemos ser salvados? ¿Y para qué? ¿Para seguir torturando, maltratando, asesinando impunemente?

Y encima, como si no tuviera bastante con la acidez de mis pensamientos, el maldito zumbido ha vuelto hace un rato. Joder.

17 de abril de 2007

Molestias

El estrés vuelve a formar parte de mi vida, hoy por segundo día consecutivo he vuelto a llegar a casa a las nueve pasadas, y sólo estamos a martes. Estoy asqueado, cansado, agobiado...
Hoy tenía que comer con Sara pero al final he tenido que llamarla para anularlo y he debido conformarme con comerme un bocadillo de atún delante del ordenador.

Me escuecen los ojos, así que procuraré no extenderme, necesito apartar la vista un rato de la pantalla antes de que me estallen los globos oculares, o se frían dentro de sus cuencas.
Así que iré al grano: hoy me he dado cuenta de algo que creo que puede ser importante y que además me ha recordado que tengo que pedir cita para el médico.
Cuando iba hacia el trabajo a primera hora de la mañana en el tren, el molesto zumbido que sentí la semana pasada se ha metido en mi cabeza al llegar a la estación de Badalona, y no me ha abandonado hasta el mediodía más o menos. Ninguno de los pasajeros que había a mi alrededor parece haber notado nada. El zumbido ha aparecido de golpe, y se ha ido de igual modo. Luego, sobre las cinco de la tarde ha vuelto y ya no me ha abandonado hasta que, ya de regreso, he dejado atrás Badalona.
No tengo ni idea de qué puede ser, pero empiezo a pensar que no se trata de un síntoma de algo. Es realmente extraño y debo averiguar qué es, ¿pero cómo? Igual Rafa tiene alguna idea.
¿He dicho ya que Rafa es mi Libro Gordo de Petete personal?

Voy a llamarle.

16 de abril de 2007

Los superhéroes también duermen

He llegado a casa a las nueve de la noche más o menos, agotado después de un día de trabajo bastante denso. No sé yo si el ir arrastrándose por las calles atestadas para luego subirse a un tren en el que no cabe ni una aguja -y en el que encima aún ponen la calefacción aunque haga calor- forma parte del dicho que asegura que el trabajo dignifica... Quizás el refrán se inventó cuando la gente aún trabajaba en el campo y sólo tenía que aguantar su propio olor corporal.
En cualquier caso he logrado llegar sin sufrir más percances, y antes de subir a mi apartamento he recogido el montón de papel que llenaba mi buzón. Subiendo las escaleras le he echado una ojeada: facturas, propaganda del chino, resúmenes de los movimientos del banco, un display del Telepizza, más facturas y ¡oh sorpresa!, una carta de los Juzgados de Mataró. Ya tardaban...

He tirado las cartas sin molestarme en abrirlas sobre la mesa y me he ido directo a la ducha. No hay nada que me relaje más que una ducha de agua bien caliente mientras suena en la minicadena el Carmina Burana o alguno de los últimos discos de Lorenna McKennit. Mientras el agua cae sobre mí es cómo si mi alma de desligara del cuerpo y dejara el cansancio, el dolor y las preocupaciones atrás. Me siento cómo debía sentirse Lobsang Rampa cuando salía flotando en sus viajes astrales, dejando el cuerpo en la tierra reposando al otro extremo del fino hilo de plata que une lo físico con lo espiritual y que marca el camino de regreso.
El viaje ha durado unos diez minutos que se me han hecho cortos, pero desde pequeño me enseñaron que hay que racionar el agua, así que he salido del baño satisfecho y cómo nuevo. He mirado las cartas al cruzar el salón y he decidido que mañana las abriré, he querido conservar mi buen humor unas horas más. Lo suficiente para poder irme a dormir tranquilo otra vez.

Hasta los superhéroes necesitamos dormir. Al menos los de verdad.

Buenas noches.

La prueba

Menuda semanita me espera.

Ahora mismo estoy terminando con el papeleo del primer trimestre, que tengo que entregar al gestor mañana mismo, mientras varios programas minimizados esperan a que me ponga con la imagen corporativa de un nuevo cliente y con la maquetación de una revista. Y éso sin contar que el lunes que viene es Sant Jordi, el día del libro y de los enamorados aquí en Catalunya, y que uno de mis mayores clientes es una sociedad cooperativa libretera con varias sucursales que querrá que les diseñe carteles, folletos y algunas cosas más, y que aún no se han puesto en contacto conmigo para hablar sobre ello. Cómo cada año, habrá que hacerlo todo en los últimos dos días...

Pero me da igual.
Hoy estoy contento, feliz. Primero por mi triunfal bautizo cómo defensor de la justícia, y en segundo lugar por cómo se tomó Sara todo lo que hablamos ayer. Me confesó que la primera vez que le hablé del asunto no me creyó y se lo tomó cómo una broma o un juego, pero ayer le demostré que todo era real. Después de la demostración creo que no volverá a dudar más de mi palabra.

La noche del sábado, después de dejar a "Rostro borroso" bajo el eucaliptus y llamar a la policía, me acordé de la herida que me había hecho con la navaja durante nuestra pelea. Me detuve bajo una farola y después de asegurarme de que nadie me veía me desabroché la parca y aparté la ropa para poder ver el corte. No me dolía en absoluto y parecía que había dejado de sangrar. No parecía muy profundo así que retomé el camino hasta casa y una vez allí me desnudé y limpié la herida con agua oxigenada. Entonces me dí cuenta de que había desaparecido. No quedaba ningún rastro del corte. Realmente me había regenerado, y extraordinariamente rápido.

Sara se asustó cuando me vió llegar junto a la cama con un cuchillo. A punto estubo de gritar, pero mi mirada serena la tranquilizó un poco. Cuando acerqué la hoja a mi brazo su expresión pasó del miedo a una mezcla de confusión y repugnancia, y al cortarme por debajo del codo y ver el primer hilillo de sangre no pudo evitar levantarse de un salto y soltar un gritito de incredulidad. Segundos después empezó a insultarme y a recoger su ropa. Antes de que hubiera terminado de vestirse me pasé la mano por la herida, apartando la sangre, y le mostré mi brazo intacto. Se quedó mirándome sin saber qué decir, con la camiseta a medio poner. Estaba muy sexy.
A partir de ahí explicarle todo lo demás fué mucho más fácil.

15 de abril de 2007

Rostro borroso

Lo he hecho. Lo he parado y me siento cómo Dios.

Eran casi las once de la noche de ayer cuando escuché un grito ahogado procedente del cruce a oscuras que tenía unos veinte metros por delante, seguido de lo que parecían un par de golpes y el sonido de algo pesado siendo arrastrado por el asfalto. Avancé hasta el cruce y me asomé para mirar a ambos lados. Allí estaba, a una distancia de tres coches a mi derecha, intentando ocultar sus actos bajo la sombra de un enorme eucaliptus que crecía entre la acera y la calle. Siempre recordaré aquél olor que impregnaba el aire y no podré evitar relacionarlo con los minutos que siguieron. El maníaco tenía inmovilizada a una mujer de mediana edad, que se revolvía en el suelo, y le cubría la boca con una mano enguantada.
Me vió y se quedó totalmente quieto, mirándome fijamente desde las sombras mientras yo avanzaba hacia él. Por la facilidad con que sujetaba a su víctima el tío debía ser bastante fuerte. Más me valía no subestimarle.
A medida que me fuí acercando intentaba verle la cara, pero realmente parecía borrosa, tal cómo habían descrito sus anteriores víctimas.
-Suéltala -dije acercándome, ya sólo nos separaban unos metros y él seguía sin moverse, observándome. Incluso parecía que ni siquiera respirara. Era bastante inquietante, la verdad.
Cuando llegué junto al coche aparcado bajo el árbol, a escasos tres metros de ellos, hizo un movimiento muy rápido con el brazo con que sujetaba a la mujer y la soltó. Ella cayó inconsciente sobre la acera, cómo un saco de patatas, y en ése momento me asusté. Creía que la había matado.
Él retrocedió unos pasos lentamente sin dejar de mirarme y yo le seguí sin tenerlas todas conmigo. No sabía dónde me estaba metiendo, y me empezaba a preguntar si realmente estaba preparado para ello.
Pasé junto a la mujer y ví que aún respiraba. Suspiré aliviado y volví a centrar mi atención en mi "amigo", que ya había salido de las sombras. Vestía ropa de calle muy corriente, y lo único extraño era aquel rostro indefinido y el modo en que retrocedía , cómo si cada movimiento estuviera calculado y tuviera un propósito.
Llegó hasta el centro de la calle y se detuvo bajo la luz de una farola. Parecía estar esperándome. Ahora o nunca, pensé, y me lancé sobre él con la intención de pillarle por sorpresa. Pero él fué más rápido y con el codo me golpeó en el cuello, en toda la nuez de adán, haciéndome retroceder al tiempo que del bolsillo de su chaqueta sacaba una navaja con una rapidez inesperada. Intenté apartarme, pero aturdido cómo estaba sólo logré que no me ensartara de lleno. Sentí el frío mordisco del acero en un costado y retrocedí de un salto. Nos quedamos mirando el uno al otro, midiéndonos, y en la hoja de su navaja pude ver resbalando mi sangre.
No recuerdo muy bien que sucedió a partir de ése momento, pero sí sé lo que sentí: un odio brutal hacia aquél tipo. Quería acabar con él, destrozarlo, hacerlo desaparecer. Convertirlo en nada. Dejé que la rabia me cegara.

Cuando recuperé el control el maníaco estaba en el suelo en posición fetal, tembloroso y respirando con dificultad. El brazo con el que me había atacado con la navaja estaba doblado en un ángulo imposible, y en el suelo junto a él había una mancha de sangre. El arma estaba un par de metros más allá, tirada sobre el asfalto y con la hoja partida.
No sabía cuánto rato había pasado, pero no podía ser mucho. La mujer seguía inconsciente.
Arrastré al criminal bajo el eucaliptus y me cercioré de que no tenía ninguna herida grave. Luego me centré en su rostro y descubrí qué era lo que lo hacía parecer borroso: una estúpida media de color carne, recortada de forma que sólo le cubriera la cara.
En ése momento me dí cuenta de que con los nervios no me había puesto el pasamontañas antes de entrar en acción. Menuda chapuza. Por suerte la mujer no podía haberme visto bien y en cuánto al lunático..., poco importaba lo que tuviera que decir cuándo lo encontrara la policía. Le até a conciencia con la cinta de pintor y le dejé puesta la media después de comprobar que era un tipo con un rostro de lo más común.
Me acerqué a la mujer y la senté en la acera. Permanecí junto a ella hasta que ví que empezaba a reanimarse y entonces me fuí, no sin antes decirle que el tipo que había atado bajo el eucaliptus era el criminal buscado por la policía. Esperaba que me hubiera entendido.
De todas formas, cuando llegué a la primera cabina que encontré, llamé a la policía y les dije dónde podían encontrar al criminal. Colgué en cuánto quisieron saber algo sobre mí y me dirigí a casa.

Después de lo sucedido sólo me queda decir que he dormido cómo un niño, del tirón y durante más de diez horas seguidas por primera vez en meses.

14 de abril de 2007

Las cartas sobre la mesa

Ya se me ha pasado un poco el ataque de autocompasión de éste mediodía, aunque mis ideas no han cambiado, sólo han variado un poco de perspectiva.
Lo primero que tengo que hacer es organizarme, por mucho que vaya por ahí en plan superhéroe tengo que seguir trabajando si no quiero convertirme en "Sin-techo Man". Y tampoco es justo -para mí ni para nadie, y en especial para Ella- que desaparezca de repente.

No sé aún cómo lo haré con el trabajo, pero el ser autónomo es una ventaja en éste caso, quizás reajustando un poco el horario pueda llevarlo mejor. Con respecto a Sara, hablaré con ella y le pondré las cartas sobre la mesa. Creo que después de lo que hablamos ayer puedo hacerlo. Espero que lo comprenda.
Ésta situación me recuerda a algunos cómics de Spiderman, cuando ya estaba casado con Mary Jane y discutían sobre éste mismo tema, y ella intentaba acostumbrarse a lo que hacía Peter Parker cuando no estaba tirando fotos. Supongo que las mujeres de los policías y bomberos pasarán por algo parecido.
Así que se lo explicaré todo, incluído lo que omití ayer. Se merece al menos éso. Mañana por la tarde tenemos que vernos y no lo retrasaré más.

Cambiando de tema, he tenido que lavar tres veces el maldito pasamontañas para que quedara limpio, parece que el agua caliente no va bien para eliminar la sangre, lo que me lleva al e-mail que me ha mandado Xavier, en el que únicamente me ha dejado un link a una web, sin más comentarios:

http://www.anticon.biz/onlinestore/index.php

Parece que quiere convertirse en mi agente de estilo...
La idea no está mal, pero ésas capuchas parecen demasiado fáciles de apartar. Por ahora seguiré con el pasamontañas, aunque a partir de hoy me llevaré conmigo tres o cuatro paquetes de kleenex.

Ahora me encuentro bien, no me duele nada y el zumbido que me ha preocupado desde ayer ha desaparecido. Ahora que pienso en ello, se ha ido repentinamente en el tren junto a la sensación de pesadez, cuando hemos dejado atrás la ciudad de Badalona. Qué cosa más rara... De todas formas lo que importa ahora es que vuelvo a estar despejado y que me siento capaz de todo. Más le vale a ése bastardo permanecer oculto ésta noche.

Responsabilidad

Estoy deshecho. Ha pasado lo que temía y ahora me siento cómo una mierda.
Ésta noche el maníaco ha vuelto a actuar y una anciana ha sido ingresada en el Nou Hospital de Mataró, y yo mientras por ahí jugando a ser un tipo normal.
Me cago en todo, me siento responsable, joder. Si hubiera estado allí...

Me he enterado hace un rato cuando me he bajado del tren, tres mujeres mayores hablaban entre ellas en el andén, bastante nerviosas. Parece que el miedo se está apoderando del pueblo.

Prometo que saldré cada noche hasta que dé con ése malnacido, no importa lo cansado que esté o los problemas que me acarree. Ahora no puedo pensar en mí, no tengo derecho después de lo que ha pasado. Se lo debo a ésa mujer que ahora yace en una cama de hospital por mi culpa.

Sara puede esperar. Todo puede esperar. Ahora lo único que importa es cazar a ése hijo de puta, y darle una lección que no olvide nunca.

13 de abril de 2007

Estática

Algo no marcha bien dentro de mí.
No me encuentro demasiado bien, y ésta vez no se trata de una migraña ni de un catarro. No sé que és, pero me siento pesado, sobretodo la cabeza...
Quiero pensar que es por el cansancio acumulado, aunque hay algo que me mosquea: desde éste mediodía he empezado a notar algo extraño, cómo un zumbido, una vibración muy sutil. Primero pensaba que era el móvil de alguien o el aparato del aire, pero no, resuena en mi cabeza cómo la estática de una emisora mal sintonizada. No es que me duela nada, pero coño, molesta. Me cuesta pensar.
Mañana pienso pasarme el día entero tumbado en el sofá, a ver si se me pasa, y el lunes sin falta pediré hora para el médico. Todo ésto empieza a preocuparme.

Ésta noche tocará poner buena cara -sé que no me va a costar demasiado- y fingir que estoy perfectamente. Una cosa es que le cuente a Sara que tengo poderes -con todo lo que ya conlleva- y otra es que además le diga que desde que los tengo parece que me esté descomponiendo. Aún no he decidido cómo empezaré a contárselo, ni que le diré exactamente. Supongo que según la cara que vaya poniendo me ceñiré más o menos a la verdad.
Espero que Xavier se equivoque.

Segunda noche

Hoy me he dormido. Empezamos bien.

Además he comprobado una vez más que en la suerte no se puede -ni se debe- confiar.
Ésta noche no ha sido muy distinta de la de ayer, lo que significa que no encontré al criminal, y la policía ha seguido patrullando las calles toda la noche, por lo que deduzco que ellos tampoco. Al menos no ha llovido. Un "superhéroe" con paraguas es algo que me sería difícil de asimilar, además de hacerme sentir aún más ridículo.
A pesar de lo tranquilo que ha transcurrido mi "turno de guardia", ha habido un pequeño incidente digno de mención aunque por suerte me ha pillado cerca de casa, cuando ya regresaba. Me ha venido a la garganta el ya conocido sabor de mi propia sangre y me ha empezado a chorrear la nariz cosa mala. No tenía otra cosa a mano que el pasamontañas y lo he puesto perdido de sangre, además he dejado un buen charco en la calle, para que cualquiera que pase y lo vea pueda pensar que allí ha habido un accidente o un crimen. Sólo me falta ir dejando pistas falsas por ahí.
Con el pasamontañas cubriéndome la nariz he llegado a casa y al abrir la puerta y cruzar el recibidor corriendo, he visto algo en el suelo por el rabillo del ojo. Era un sobre. Antes de cogerlo, restándole importancia, he ido al baño a lavarme y he dejado el pasamontañas en agua caliente. El sobre no llevaba nada escrito, ni sello, ni dirección, ni remitente. Nada. Lo he abierto sentándome en el sofá y he sacado una hoja de su interior, dónde había unas cuantas líneas escritas con boli azul:

"Lamento todo lo sucedido y que por ayudarme te veas en problemas.
Mi marido no atiende a razones y no he podido impedir que cursara una denuncia contra tí, pero te prometo que te ayudaré en todo lo que necesites.
Con tu ayuda y la de los vecinos con los que he hablado quizás consigamos que lo encierren en algún sitio durante un tiempo, dónde lo traten y me lo devuelvan siendo el hombre del que me enamoré.

Siento mucho todo ésto.

Clara
PD: si necesitas algo díselo a Magda, ella me lo hará saber."

Ésta mañana al levantarme me la he vuelto a leer. No tenía claro que no perteneciera a un sueño pero ahí estaba, tal cómo la recordaba. Cosas así son las que te animan a seguir, supongo.

De todas formas he decidido tomarme un decanso ésta noche y quedar con Sara; puede que el tipo se haya cansado o se haya ido a otro lugar sabiendo que lo buscan, o puede que nunca más tengamos noticias de él. No creo que pase nada porque me tome una noche libre.
Además está la policía patrullando toda la noche. Confiaré en ellos hoy, que por algo son profesionales.

12 de abril de 2007

Confiando en la suerte

Dentro de un rato me iré para casa y me estiraré aunque sea una hora, si tengo que pasarme otra noche por ahí más vale que esté un poco descansado. Joder, y encima parece que no piensa dejar de llover. Tócate los huevos.

Éste mediodía me ha llamado Rafa y me ha preguntado cómo fué ayer. Le he dicho lo que pasó, que en resumidas cuentas es nada, y el muy cerdo se ha reído con ganas al otro lado de la línea. No le he mandado a paseo porque no tengo fuerzas.
Luego me ha comentado que le ha llamado Xavier preguntando por mí -afortunadamente no tiene mi móvil, gracias sean dadas a quién se las merezca-, y además se ve que le ha dicho que si necesito ayuda que sólo tengo que decírselo, que él se apunta a ésto de "cazar criminales". Sólo me faltaría pasarme las noches con él. Ya me lo imagino: hablando sin parar de artes marciales, superhéroes y eBay -ahora le ha dado por comprar y vender cualquier cosa por internet, dice que se convertirá en un gran negociante-, y mientras tanto el agresor haciendo de las suyas tan tranquilo.

Mejor pensar en otras cosas más agradables, cómo por ejemplo en Sara. Habíamos quedado en vernos la noche de mañana, pero ahora me surge un dilema en el que no había caído: o quedo con ella o sigo con mi plan de cazar al maníaco. Aún no sé que haré y tengo que llamarla en un rato.
Supongo que todo depende de cómo vaya hoy, así que le pondré alguna excusa para alargar la decisión hasta mañana.

Quién me iba a decir que sería todo tan jodidamente complicado, y éso que acabo de empezar. De hecho ésto no son más que las prácticas... Si hubiera carnet de superhéroe creo que jamás lograría aprobarlo.

En fín, confiaremos en la suerte una vez más.

Primera noche

Me hago mayor. Hasta no hace mucho podía salir de fiesta y empalmar con el día siguiente en la oficina. Ahora duermo cinco horas y voy zombi todo el día.

Por cierto, vaya MIERDA de noche.
Aparte de esquivar los coches patrulla de la policía, la única preocupación que he tenido ha sido no quedarme congelado en una esquina. He estado pateándome las calles desde las nueve hasta las dos y media de la madrugada, y evidentemente no ha sucedido nada. ¿Quién sería tan gilipollas de pensar que la primera noche me toparía con el tipo? Supongo que yo. En mi vida me he sentido tan idiota cómo ayer mientras paseaba por el pueblo mientras todos dormían.
A las ocho, cuando ha sonado el despertador, me he cagado en Cristo, en mi madre, en la madre del maníaco que recorre mi pueblo, en el tipo que inventó los jodidos superhéroes y en la policía por no hacer bien su trabajo.

De todas formas no me voy a dar por vencido tan pronto, ésta noche volveré a salir.

11 de abril de 2007

Comienza la caza

Ya lo tengo todo listo para ésta noche. ¡Qué nervios! ¿Se sentiría Batman así la primera noche que salió a cazar criminales por Gotham City?

Rafa me ha advertido: desde que tuvo lugar la segunda agresión la policía ha reforzado la vigilancia en el pueblo y varios coches patrulla recorren las calles desde que se pone el sol hasta las dos de la madrugada aproximadamente, el intervalo de tiempo en que actuó el criminal en todas las ocasiones. No me ayudará que me cojan paseando a altas horas de la noche, pero de todas formas voy a salir. Por ahora no tienen nada contra mí, y hasta dónde yo sé no se ha declarado ningún toque de queda, así que puedo tomar el fresco si me viene en gana. Si me encuentran ya me inventaré alguna excusa.
Lástima que no haya conseguido averiguar mucho más que pueda serme de utilidad: sabemos que el agresor viste ropa normal, de calle, y que cada vez que atacó iba vestido de una forma distinta. Llevaba guantes, eso sí, y las víctimas lo describen cómo un hombre alto, de un metro ochenta más o menos y pelo oscuro. Todas coinciden en que no pudieron verle el rostro, que se veía cómo borroso, desdibujado.
Perturbador... Creo que me recuerda a alguna película pero no consigo situarla. Tampoco es que importe. Ésto es real, no una superproducción de Hollywood.

Rafa está algo preocupado, se lo he notado a través del móvil. Le he dicho que estuviese tranquilo, que no cometería ninguna locura. Que si veía que las cosas se complicaban siempre puedo salir corriendo. Además de fuerte soy rápido, y además casi no me canso. Me ha hecho prometerle que cuándo vuelva de mi patrulla nocturna le llame, sea la hora que sea.

He decidido salir a la calle vestido con ropa que llevo muy de vez en vez, así si alguien me vé le será difícil identificarme luego. Hay que ser previsor.
Un jersey de lana azul marino de cuello alto, la vieja y gruesa parca negra, unos tejanos desgastados y ajustados que abandonaron el negro por el gris hace años y las botas de motero con punta de hierro compondrán mi uniforme ésta noche. Si encuentro a mi presa completaré el "disfraz" con los guantes y el pasamontañas que llevo siempre que me escapo a hacer un pico a los Pirineos.
Aparte de la ropa sólo llevo un rollo de cinta de pintor, para atar al zumbado si consigo cogerlo. A partir de ahí que se encargue la policía, que para éso les pagan.

No tengo ni idea de cómo saldrán las cosas, y lo del "rostro borroso" me da mala espina aunque la ley de probabilidades indique que es imposible que haya otro tipo con poderes justo en el mismo pueblo dónde vivo.

El cielo empieza a oscurecerse.
Veremos que me depara la noche.

Rafa investiga

La rueda ha empezado a girar.

Hace unos minutos he llamado a Rafa y le he pedido un favor: que fuera a comisaría diciendo que ayer noche, mientras paseaba al perro, vió a un tipo sospechoso merodeando por el pueblo. Evidentemente es falso -ni siquiera ha tenido un perro en su vida, de hecho creo que no distinguiría a un perro de un huargo si los tuviera delante-, pero puede que así logre averiguar algo sobre nuestro "amigo". Cómo viste, si tiene alguna característica física destacable..., cualquier cosa que pueda ayudarme cuando empiece a buscarle ésta noche.
Al principio se ha mostrado reacio y me ha preguntado si iba en serio. Creía que le estaba gastando una puñetera broma. Mi rápida y breve respuesta le ha dejado claro que iba muy en serio.
Iría yo mismo si no fuera porque me buscan por la maldita denuncia del vecino.

Estoy seguro de que les sacará algo. Otro quizás sólo conseguiría que lo echasen de comisaría de una patada en el culo, pero Rafa es mucho Rafa.

Decisiones

Ayer por la noche vino Magda a verme y me dió dos noticias. Ninguna buena.

La primera era que el jueves anterior, mientras yo recorría el barrio medieval de Cuenca, se había presentado la policía y habían interrogado a todos los vecinos que encontraron respecto al incidente con los vecinos del cuarto. Al parecer me han denunciado. No es que no me lo esperara, pero... De todas formas Magda me tranquilizó un poco diciéndome que tengo el apoyo de toda la escalera, y que si la cosa fuera a más hay bastantes posibilidades de que el que salga peor parado sea el maltratador.

La segunda noticia me dejó flipando. Se ve que hay un loco recorriendo las calles del pueblo por las noches. Atraca a mujeres solas, les roba el bolso y después les pega una paliza brutal. Parece que se ensaña de veras con ellas sin motivo aparente. Se denunció la primera agresión el miércoles pasado, y desde entonces han habido dos más: una la noche del viernes y otra la del domingo. El criminal aún anda suelto y no ha sido identificado. Nunca que yo sepa ha sucedido algo parecido aquí. Es un pueblo pequeño, dónde casi todo el mundo se conoce, lo que convierte todo ésto en algo aún más insólito.
Se han colgado algunos carteles advirtiendo del peligro en las zonas más concurridas -entre ellas la estación dónde cojo el tren a diario-, pero ni me había dado cuenta.
Ahora que puedo hacer algo, que tengo un don con el que puedo marcar ésa diferencia, debería mantenerme más alerta.

Pero ahora viene lo bueno, ¿qué se supone que debo hacer? Ayer, hablando con Rafa y Xavier no llegamos a ninguna conclusión sobre de mi futuro. Le dimos vueltas al asunto pero sólo acordamos que era una idiotez salir a patearse las calles a la espera de toparme por casualidad con algo en lo que pudiera ayudar. La idea con la que juegan en los cómics de patrullar las ciudades -y ya no hablemos de hacerlo saltando de tejado en tejado-, por romántica que sea, es totalmente inviable por razones obvias. Desgraciadamente las posibilidades que quedan dependen demasiado del azar. De estar en el lugar correcto en el momento oportuno.
Pero ahora mismo, ya sea por casualidad o por la razón que sea, esos dos requisitos se cumplen. Hay un maníaco recorriendo las calles de mi pueblo, y yo puedo pararlo.

Ahora sólo me falta decidir cómo lo hago.

10 de abril de 2007

Dudas

Bueno, después de comer, con el estómago lleno, me siento más relajado y menos ultrajado por tener que volver a la rutina diaria. Sobretodo ayuda el haber podido organizarme y dejarlo todo listo en una sola mañana.
Gracias a ello hoy saldré un poco antes de la oficina, tengo que pasarme por la Fnac a mirar unos libros y de paso pillarle uno a Rafa que me encargó ayer; él y su fijación por las novelas de fantasía... No entiendo cómo un tío tan pragmático puede leer tantos libros sobre dragones y bichos imposibles.

Hablando de Rafa, ayer se presentó en casa a las seis y media de la tarde. Traía a Xavier con él. Se ve que desde nuestro combate Xavier ha querido saber todo lo referente a mí y prácticamente no se ha despegado del pobre Rafa. Por la cara que traía mi mejor amigo supe que empezaba a estar bastante desbordado. Incluso le había ayudado a llevarse sus cosas del piso de Marta el miércoles pasado, cosa que sería de agradecer en cualquier otro momento.
Les dije que se sentaran en el sofá y puse algo de música.
-¿Unas birras? -pregunté entrando en la cocina. Xavier prefirió un zumo, cómo no.
Una vez acomodados los tres, Rafa me preguntó por Sara y por el viaje. Mientras les contaba todo lo que se puede contar, observé que Xavier estaba en tensión, nervioso. Impaciente. Cuando terminé el relato, disparó:
-¿Has notado algo nuevo? ¿Se lo has contado a ella? ¿Te encuentras bien?
Entonces les conté mi nuevo "encuentro" con Perro Negro. Luego les dije que había pensado contárselo todo a Sara el próximo viernes.
Xavier negó con la cabeza:
-No lo hagas. Las mujeres no entienden éstas cosas. Creerá que estás zumbado y te dejará.
-Se lo puede demostrar -replicó Rafa. Parecía algo mosqueado, y no me extraña. Nuestro amigo karateka puede ser muy pesado cuando se obsesiona con algo. No me quiero ni imaginar la semanita que le ha dado.
-No creo que haga falta. Lo entenderá si se lo cuento bien. Es una chica genial.
-Hazte una chuleta -dijo el gigantón, riéndose.
-No me hagas decir lo que me pasa por la cabeza cada vez que escucho a alguien definir a otra persona cómo genial -añadió Rafa, y le dió un trago a su cerveza. Estaba triste. Se lo noté aunque lo disimulara bien, pero preferí no sacar el tema.
Respecto a Perro Negro no llegamos a ninguna conclusión. Terminamos acordando que tarde o temprano se descubriría su juego.

Después de varias cervezas y zumos se fueron y me quedé solo con mis dudas. No había sacado nada en claro y encima habían logrado que volviera a preguntarme si realmente debía contarle algo a Sara. Una parte de mí está convencida de que lo entenderá y aceptará, pero otra tiene miedo. Quizás no la conozco tanto cómo creo. El miedo a lo desconocido es el peor que puede padecer el ser humano, y el causante de casi todos los males que asolan nuestro viejo y enfermo planeta.
Mierda. Ya me he puesto melancólico.

Lo más curioso es que me preocupe más la opinión de ella que todo lo demás. Creo que incluso sería capaz de renunciar a mis poderes por ella.
Si pudiera, claro.

No podrán conmigo

De vuelta en la oficina. Y sin chica nueva.
Disimula, pon buena cara, escucha a quién te cuente sus vacaciones aunque no te importe una mierda lo que dice. Mantente en tu nube de felicidad tanto cómo puedas.
Suerte que hoy es martes, porque si encima fuera lunes creo que me golpearía a mí mismo hasta dejarme inconsciente. Además al levantarme, cómo si fuera una señal divina indicándome el gran día que me espera, me he encontrado las sábanas manchadas de sangre. Menudo estropicio.
Ahora toca organizarme la semana y poner al día el trabajo acumulado. Han llegado varios trabajos nuevos por e-mail durante la semana que he estado fuera. ¿Es que no se toman vacaciones mis clientes? Estoy empezando a pensar que se ponen de acuerdo para que al volver al trabajo me dé un ataque de nervios. Por suerte soy un tío bastante tranquilo y a la vez rápido trabajando. No podrán conmigo.

9 de abril de 2007

Pensando en el mañana

He decidido que se lo contaré todo a Sara el viernes, no sería justo que se lo escondiera. Si voy a empezar algo serio con ella creo que es lo mejor. Además, no creo que pudiera llevar una doble vida cómo hacen en los cómics. En la vida real todo es mucho más complicado.

Aún no he tenido tiempo de pensar qué haré a partir de ahora, pero tengo claro que algo debo hacer. Siento cómo si estuviera en deuda con alguien o algo por lo que me está sucediendo, cómo si estuviera obligado a devolver un enorme favor. No tengo unos poderes vistosos ni con demasiadas posibilidades. No soy Superman, no puedo volar, ni tiro rayos o genero escudos de energía, ni nada parecido, aunque es cierto que aún no sé hasta que límites puedo llegar. Lástima que no existan los superhéroes de verdad, podría ir a pedirles consejo.
Tampoco sé qué pensar sobre las apariciones de Perro Negro. No sé si puedo considerarlo un enemigo. La verdad es que después de cada encuentro el miedo que me paralizaba se ha ido con él, y sólo ha quedado curiosidad. Me da la sensación de que me estudia, me vigila. Si de veras quisiera hacerme daño ya podría haberlo hecho. Parece que controla sus poderes, sean lo que sean: hipnosis, telepatía, control sobre el tiempo...

Luego he quedado con Rafa, se pasará por casa. A ver si él ve las cosas de otra forma y me echa un cable, porque estoy hecho un lío.

8 de abril de 2007

Neveras de soltero vacías

Ya estoy de vuelta.
Hace dos horas y algo que he dejado a Sara en Barcelona y ya la hecho de menos. Después de despedirnos me he venido para casa algo melancólico. Al llegar he deshecho la mochila, he puesto una lavadora y me he dado una ducha que me ha dejado como nuevo.
Ahora, relajado y viéndolo todo con cierta perspectiva, puedo afirmar que han sido unas vacaciones de putísima madre. Lástima que ya hayan terminado.
"Bienvenido al maravilloso mundo gris de la rutina, la monotonía y las neveras de soltero vacías." Hoy no cenaré, pero el saber que volveré a verla el viernes lo hará más llevadero.

Al final los tres o cuatro días se han convertido en seis, y Sara y yo hemos tenido todo el tiempo del mundo para conocernos bien -además de patearnos catedrales, barrios medievales, ciudades encantadas, museos...- . Todas mis expectativas se han cumplido, así que más contento no puedo estar. Ha sido uno de los mejores viajes que he hecho, y sin salir de España. Y además he conseguido no pensar para nada en el trabajo ni -casi- en todo lo extraño que me ha pasado últimamente.

Digo "casi" porque algo sucedió la segunda tarde de nuestro viaje. Estábamos en Cuenca, viendo pasar la Procesión del Silencio, cuando todo volvió a mí de repente. Todo se detuvo a mi alrededor y los colores pasaron a ser una gama de grises, exactamente cómo había sucedido en la estación de Plaza Catalunya la semana pasada. Los redobles de tambores, las voces, los pasos, todos los sonidos se apagaron también. Sara estaba a mi lado, paralizada con la boca abierta y mirándome sin verme. Aquello -fuera lo que fuese- la había pillado a media frase. Observé a mi alrededor: la procesión, los más de mil miembros de la hermandad, incluidos los banceros que llevaban el paso sobre sus hombros, estaban inmóbiles, al igual que los cientos de espectadores que se apelotonaban en las aceras a lo largo de la calle. Yo era el único que aún podía moverse.
Me bajé del bordillo y caminé por el centro de la calle, intentando ver algo -no sabía el qué-. Entonces uno de los nazarenos que estaba situado frente al paso volvió a la vida y se movió en mi dirección, poco a poco. Una ola de frió me golpeó y pude sentir cómo el terror que ya conocía me paralizaba. El aire olía a incienso rancio. A iglesia cerrada durante largo tiempo.
El nazareno siguió avanzando hacia mí y con movimientos muy lentos se quitó la caperuza gris. Era Perro Negro, sonriendo y mostrándome otra vez aquellos dientes blancos, perfectos. Dientes de depredador. Se detuvo a unos metros y me saludó con un movimiento de la cabeza sin dejar de sonreir. Su voz resonó en mi cabeza, pero sus labios permanecieron quietos:
- Ya sé quién eres. Y sé cómo hiciste lo que hiciste a nuestros hermanos. No estuvo bien, pero ya hablaremos de ello. Ahora disfruta de tu viaje, Daniel.

Y entonces desapareció cómo la vez anterior y todo volvió a la normalidad. Yo volvía a estar junto a Sara y ella pudo terminar su frase, cómo si nada hubiera sucedido. Disimulé mi malestar como pude e intenté alejar hasta más tarde aquella experiencia.
Aquella misma noche, cuando Sara se durmió, me puse a pensar en lo que había ocurrido. Apenas dormí en toda la noche, pero conseguí reducir aquellos encuentros con Perro Negro a dos posibilidades: la primera era que me estaba volviendo loco de verdad, y la segunda que había otras personas con poderes, y que ése negro de más de dos metros era una de ellas. Antes de caer dormido recuerdo haber pensado, irónicamente: "Lástima que sea de los malos".

El resto del viaje a partir de entonces ha ido de miedo. Ni una migraña, y sólo me sangró la nariz una vez y muy poco, y ella no estaba en ése momento así que me he ahorrado tener que inventarme excusas. Parece que viajar me sienta bien.

Mañana aprovecharé para perrear y recuperarme del viaje -que ha sido agotador-, y llamaré a Rafa para ver que tal está. Desde el jueves no sé nada de él, pero al menos cuando le llamé parecía estar bien: se había llevado ya todas sus cosas del piso de Marta y dijo que no la echaba nada de menos. No me lo termino de creer, pero si decir eso le ayuda...

¿Qué estará haciendo Sara ahora?

2 de abril de 2007

Aventura improvisada

Ya tengo listo el equipaje. ¡Mañana a las 8:00h comienza la aventura!

He quedado con Sara una hora después junto al Arco de Triunfo de Barcelona, y de allí nos iremos hacia el sur siguiendo la costa por la C-32. Ya tenemos reservada la primera noche en un hostal de Cuenca que tiene buena pinta y no es demasiado caro.
La ruta circular que hemos trazado pasa luego por Burgos, Vitoria, Pamplona y de vuelta a Barcelona, aunque está abierta a la improvisación, así que si vemos algo desde la carretera o en algún mapa que nos parezca interesante nos detendremos.
También me gustaría ver Toledo, pero queda algo apartada, así que ya veremos. Según cómo vayamos de tiempo.
Espero que mi viejo Peugeot 205 aguante el trote al que lo vamos a someter en éstos cuatro o cinco días. Me ha llevado a todas partes sin darme ningún problema desde que lo compré de segunda mano hace siete años, y ya tenía nueve... Si resiste, en cuánto lleguemos lo jubilo, se merece ya un descanso tanto cómo yo me merezco un coche nuevo.

Por cierto, aún no sé qué le contaré a Sara si me empieza a sangrar la nariz durante el viaje. Demasiadas cosas en la cabeza y demasiado trabajo en la oficina han conseguido que me olvidara completamente del tema hasta ahora. Aunque pensándolo bien, ¿no es un viaje improvisado? ¡Pues ya improvisaré! ¡A los superhéroes se les da bien éso!

Tengo la sensación de que ésta será una gran aventura en la que tendré la oportunidad de profundizar más en la relación -si es que se la puede llamar así tan pronto- que acabo de iniciar. Estoy entusiasmado con la idea de recorrer lugares nuevos para los dos a la vez que nos vamos conociendo el uno al otro.
Sólo espero no meterme en problemas. Intentaré mantenerme al margen de cualquier movida. Estoy realmente decidido a dejar en casa las migrañas, las hemorragias nasales, el estrés del trabajo y mis poderes recién adquiridos. Voy a ser una persona normal por una semana más, y cuándo vuelva ya pensaré qué hacer con todo ello.

Galería de ilustraciones


Ilustración de Jordi Armengol Carner.


Bocetos de algunos de los personajes que aparecen en la novela.





  
Patrullando las calles, como Torrente pero sin coleguitas.






1 de abril de 2007

Confirmación

Confirmado. Las dudas se han disipado y un futuro incierto me aguarda.

Quedamos ayer a las 18:00h en la escuela de Xavier, en Mataró. Mientras Rafa conducía hacia allí su viejo Golf me dijo que Xavier no sabía nada. Le había dicho que yo me estaba planteando volver a apuntarme a clases de artes marciales y que quería comprobar con él si había perdido mucho. Menudo chiste, no sé cómo Xavier se tragó aquella patraña, y mucho menos cómo accedió. Hace más o menos diez años que aparte de caminar por la montaña no hago ningún tipo de ejercicio, y es algo que todo el que me conoce sabe perfectamente.
Sea cómo sea, llegamos a la escuela puntuales. Xavier nos esperaba junto a la puerta, bajo el rótulo negro dónde se veía un serpenteante dragón chino de color verde y unas enormes letras amarillas que decían: Dragon Martial Arts. Escuela Tradicional de Artes Marciales. Había cerrado la escuela ésa tarde para que pudiéramos estar solos. Creo que se olía algo.

Cuando le dijimos que lo que necesitábamos realmente era que yo subiera al ring con él le dió un ataque de risa que duró un par de minutos que se hicieron eternos. Se detuvo al darse cuenta de que nosotros ni siquiera sonreíamos.
-¿Puedo saber porqué quieres que te destroce ésta tarde, Dani? -me preguntó, intentando contener otro ataque de risa. Estaba pensando en qué responderle cuándo Rafa dijo:
-Daniel cree que tiene poderes. Yo le he visto hacer algo fuera de lo normal, pero aún no estoy convencido. Queremos que luches con él para comprobar si es verdad.
Xavier nos miró a los dos con una media sonrisa que parecía indicar que no sabía si reirse de nuevo o empezar a pensar que nos habíamos vuelto locos o que íbamos hasta las trancas de mierda.
Pasaron unos segundos en silencio, en que él nos miraba cómo si se hallara de repente ante dos desconocidos y nosotros lo mirábamos a él, intentando confirmarle con nuestro silencio y nuestra expresión grave que no le estábamos gastando ninguna broma.
Finalmente dijo, sin convicción:
-Ésto va en sério..., ¿no?
Asentimos los dos al mismo tiempo. Xavier bufó, se encogió de hombros y nos dijo que le siguiéramos a los vestuarios.

Diez años después volvía a enfundarme mis viejos guantes gastados, que aún guardaba cómo recuerdo, unas espinilleras, y un protector bucal. Me sentí ridículo, a la vez que gilipollas. Xavier, además, me obligó a ponerme un casco protector. La verdad es que no recuerdo que los usáramos cuándo hacíamos kickboxing.
Rafa se acercó a él y escuché que le decía que no se contuviera. "¡Qué cabrón!", pensé. "Realmente quiere comprobar si tengo poderes, y si no los tengo quiere quitármelo de la cabeza de una vez por todas."
Subimos a las colchonetas y Xavier se colocó en posición. Yo lo miré y le imité, inseguro. "Ya no me acuerdo de nada. Me va a pegar una paliza" pensé. Me estaba acojonando. Tener a un tío como él delante, sabiendo que de un momento a otro va a dejar caer una lluvia de golpes sobre tí, intimida. O mejor dicho, hace que te cagues de miedo. "Puede que lo haya imaginado todo. Puede que no tenga una mierda..."
Y entonces, cortando mis pensamientos con un puñetazo, avanzó hacia mí. Su puño me golpeó en el puente de la nariz y me aturdió. No había pegado con todas sus fuerzas a pesar de las palabras que le había dirigido Rafa. Se contenía. Evidentemente no se creía nada de lo que le habíamos dicho y se estaba tomando aquello cómo una broma.
De todas formas aquél primer golpe me dolió cómo mil demonios. Retrocedí un par de pasos alzando los brazos para cubrirme y entonces me ensartó con un gancho de izquierda en el estómago que me levantó del suelo varios centímetros.
A mi espalda podía oír a Rafa maldiciendo en susurros.
Xavier retrocedió para darme tiempo a reponerme, y quitándose la férula de la boca preguntó si ya había tenido bastante. Miró a Rafa, encogiéndose de hombros y volvió a mirarme, esperando una respuesta. No debería haber sonreído. Aquella mirada condescendiente me dolió más que todos los puñetazos y patadas que pudiera recibir.
-Ponte la puta protección -dije, señalándolo. Ya no sentía miedo. Ya no me intimidaba su altura. Ni sus músculos. Tampoco me intimidaba la interminable colección de copas, cinturones, medallas y títulos que se agolpaban en las vitrinas que nos rodeaban.
Se colocó la férula de nuevo y volvió a ponerse en posición. Entonces ataqué yo. Esquivó mis primeros ataques con facilidad y consiguió conectar tres o cuatro golpes que apenas noté.
Rafa se movía a nuestro alrededor, observando aquello con temor.
Nos movíamos sobre las colchonetas a una velocidad impresionante, cada vez más rápido. Xavier ya no conseguía conectar sus golpes y le estaba costando cada vez más esquivar los míos. No sé cuánto duró aquello -según Rafa estuvimos danzando más de cinco minutos-, pero terminó en en el instante en que conseguí conectar mi primer y único golpe. Un gancho de derecha penetró su guardia y le dió de pleno en la mandíbula. Se derrumbó cuan largo era, atontado y agotado.
Había noqueado a uno de los campeones de España y Europa de karate y kickboxing.

Xavier se quitó los guantes, el casco y la férula, y me miró desde el suelo. Pronto sus labios formaron una sonrisa y adelantó el brazo para que le ayudara a levantarse. Una vez en pie, mirándome a los ojos, dijo:
-No sé que es lo que ha pasado hoy aquí. Pero te aseguro que ha sido uno de los combates más duros de toda mi vida. Eso no ha sido suerte, has vencido porque eres mejor que yo.

Luego nos fuimos los tres a cenar y a tomar unas copas. Xavier tenía derecho a que le explicáramos lo que me estaba sucediendo. Además estaba impaciente por saberlo todo con pelos y señales. No nos hicimos de rogar.

Cuándo nos despedíamos, Xavier -que es un auténtico fanático de los cómics de superhéroes- me dijo:
-No olvides lo que dijo el tío Ben a Peter Parker. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
Nos reímos los tres con ganas y cada uno se fué a su casa.

Llevo dándole vueltas a ésa frase desde ayer. No creo que sea tan fácil cómo en los cómics.