11 de abril de 2007

Decisiones

Ayer por la noche vino Magda a verme y me dió dos noticias. Ninguna buena.

La primera era que el jueves anterior, mientras yo recorría el barrio medieval de Cuenca, se había presentado la policía y habían interrogado a todos los vecinos que encontraron respecto al incidente con los vecinos del cuarto. Al parecer me han denunciado. No es que no me lo esperara, pero... De todas formas Magda me tranquilizó un poco diciéndome que tengo el apoyo de toda la escalera, y que si la cosa fuera a más hay bastantes posibilidades de que el que salga peor parado sea el maltratador.

La segunda noticia me dejó flipando. Se ve que hay un loco recorriendo las calles del pueblo por las noches. Atraca a mujeres solas, les roba el bolso y después les pega una paliza brutal. Parece que se ensaña de veras con ellas sin motivo aparente. Se denunció la primera agresión el miércoles pasado, y desde entonces han habido dos más: una la noche del viernes y otra la del domingo. El criminal aún anda suelto y no ha sido identificado. Nunca que yo sepa ha sucedido algo parecido aquí. Es un pueblo pequeño, dónde casi todo el mundo se conoce, lo que convierte todo ésto en algo aún más insólito.
Se han colgado algunos carteles advirtiendo del peligro en las zonas más concurridas -entre ellas la estación dónde cojo el tren a diario-, pero ni me había dado cuenta.
Ahora que puedo hacer algo, que tengo un don con el que puedo marcar ésa diferencia, debería mantenerme más alerta.

Pero ahora viene lo bueno, ¿qué se supone que debo hacer? Ayer, hablando con Rafa y Xavier no llegamos a ninguna conclusión sobre de mi futuro. Le dimos vueltas al asunto pero sólo acordamos que era una idiotez salir a patearse las calles a la espera de toparme por casualidad con algo en lo que pudiera ayudar. La idea con la que juegan en los cómics de patrullar las ciudades -y ya no hablemos de hacerlo saltando de tejado en tejado-, por romántica que sea, es totalmente inviable por razones obvias. Desgraciadamente las posibilidades que quedan dependen demasiado del azar. De estar en el lugar correcto en el momento oportuno.
Pero ahora mismo, ya sea por casualidad o por la razón que sea, esos dos requisitos se cumplen. Hay un maníaco recorriendo las calles de mi pueblo, y yo puedo pararlo.

Ahora sólo me falta decidir cómo lo hago.

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