16 de abril de 2007

Los superhéroes también duermen

He llegado a casa a las nueve de la noche más o menos, agotado después de un día de trabajo bastante denso. No sé yo si el ir arrastrándose por las calles atestadas para luego subirse a un tren en el que no cabe ni una aguja -y en el que encima aún ponen la calefacción aunque haga calor- forma parte del dicho que asegura que el trabajo dignifica... Quizás el refrán se inventó cuando la gente aún trabajaba en el campo y sólo tenía que aguantar su propio olor corporal.
En cualquier caso he logrado llegar sin sufrir más percances, y antes de subir a mi apartamento he recogido el montón de papel que llenaba mi buzón. Subiendo las escaleras le he echado una ojeada: facturas, propaganda del chino, resúmenes de los movimientos del banco, un display del Telepizza, más facturas y ¡oh sorpresa!, una carta de los Juzgados de Mataró. Ya tardaban...

He tirado las cartas sin molestarme en abrirlas sobre la mesa y me he ido directo a la ducha. No hay nada que me relaje más que una ducha de agua bien caliente mientras suena en la minicadena el Carmina Burana o alguno de los últimos discos de Lorenna McKennit. Mientras el agua cae sobre mí es cómo si mi alma de desligara del cuerpo y dejara el cansancio, el dolor y las preocupaciones atrás. Me siento cómo debía sentirse Lobsang Rampa cuando salía flotando en sus viajes astrales, dejando el cuerpo en la tierra reposando al otro extremo del fino hilo de plata que une lo físico con lo espiritual y que marca el camino de regreso.
El viaje ha durado unos diez minutos que se me han hecho cortos, pero desde pequeño me enseñaron que hay que racionar el agua, así que he salido del baño satisfecho y cómo nuevo. He mirado las cartas al cruzar el salón y he decidido que mañana las abriré, he querido conservar mi buen humor unas horas más. Lo suficiente para poder irme a dormir tranquilo otra vez.

Hasta los superhéroes necesitamos dormir. Al menos los de verdad.

Buenas noches.

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