18 de mayo de 2007

Promesas

Ayer conocí a Carmen, pero la cita no resultó como esperaba. En absoluto.

Juan Blanco había contactado conmigo el miércoles, y me citó para ayer. Me dijo que no me preocupara por Carmen, que seguía débil pero que pronto estaría recuperada. El esfuerzo del viernes pasado había sido demasiado para ella, había llevado sus poderes más allá de lo que lo había hecho nunca. Luego dijo que me llevaría donde estaba, que ella se lo había pedido. "Al fín alguna novedad", me dije, aliviado. Ya había empezado a creer que Carmen había desaparecido para siempre, y que Juan Blanco me había abandonado a mi suerte. "Vete acostumbrando a éstas cosas ", fué todo lo que dijo mi mentor en el arte del superhéroe como respuesta a mis dudas no formuladas.

La noche del miércoles la pasé patrullando las calles de Barcelona, como las anteriores. Los nervios me mantenían despierto y alerta. En cinco días habría dormido como mucho seis horas, pero no me sentía cansado. Detuve a un par de ladrones de bolsos -uno de ellos hizo caer al suelo a una anciana del tirón- y a un ladrón de coches al que pillé en plena faena por casualidad, y los dejé atados y amordazados con cinta aislante a la farola más próxima. Un post-it pegado a sus frentes aclarararía la situación a la policía. No sabía qué más podía hacer, pero lo que sí tenía claro era que no los podía llevar yo mismo a comisaría. No era ese mi trabajo. Además, Juan Blanco me había advertido de que me mantuviera alejado, tanto de la policía como de la Estación de Sants, aunque ya casi se hubiera descartado mi participación en el atentado. Las cámaras me habían grabado corriendo por ella con dos mochilas a la espalda, y algunos testigos declararon también haberme visto correr hacia el aparcamiento. Por fortuna las investigaciones han llevado a las autoridades en otra dirección, supongo que ésa es la razón de que no hayan venido a por mí todavía -y supongo que también el hecho de que no me tengan fichado-. Según fuentes policiales ha quedado demostrado que es materialmente imposible que alguien que se encontrara tres minutos antes de las explosiones en el interior de la estación hubiera subido hasta el techo y hubiera colocado las cargas para después salir huyendo, y que además ninguno de los obreros lo hubiera visto. La colocación de los explosivos tenía que haberse efectuado horas antes.
Por fortuna la policía no cree en superhéroes...

Mi vecina Magda -a la que tengo bastante abandonada últimamente, por cierto- vino a verme el Lunes por la tarde. Me había reconocido en la tele, en las noticias del mediodía, cuando pasaron el vídeo grabado en la Estación de Sants. En aquellos momentos aún se barajaba mi participación en el atentado. La invité a tomar una copa y la tranquilicé. No había creído por un momento que yo pudiera ser el responsable, pero estaba preocupada por mí, por lo que estaba pasando. Le dije que estaba bien, tranquilo, y que no había tenido noticias de la policía. Que no se preocupara por mí. Que mi presencia allí solo era una casualidad, y que las mochilas que llevaba estaban llenas de cosas del traslado. Se fué mucho más tranquila y me obligó a prometerle que la semana próxima cenaría con ella una noche. Antes de salir hacia Barcelona pegué un post-it en el espejo del baño para acordarme. Fué el que me dió la idea de pegar uno para la poli en cada delincuente que detuviera. Ahora el cuadernillo de post-it y un rotulador negro forman parte de mi arsenal de superhéroe. Tiene gracia.
Por cierto, ya he usado seis en lo que va de semana, y hoy han hablado por primera vez en Antena3 del "Justiciero del Post-it". Menuda mierda de nombre me han puesto. De Antena3 tenían que ser. Ahora solo falta que digan que es un desequilibrado jugador de rol... Rafa se descojonaba de risa cuando me lo ha dicho.

Bien, ahora que he resumido más o menos los sucesos de éstos últimos días, volvamos al punto de inicio: mi cita con Carmen.
Juan Blanco me recogió en Plaza Lesseps a las cinco de la tarde de ayer -haciendo una de sus apariciones de ilusionista barato- y cruzamos la Ronda General Mitre, internándonos en una de las zonas "pijas" de la ciudad. Mientras subíamos por una calle flanqueada por torres ajardinadas me empecé a imaginar a Carmen como una mujer mayor, una viuda acaudalada y excéntrica. Una típica médium de las que aparecen en las películas. De ojos enloquecidos y pelo blanquecino y desgreñado. Que organizaba las tardes de los domingos sesiones de espiritismo con las amigas para "hablar" con sus difuntos maridos a los que echaban tanto de menos. La verdad es que hasta ése momento no me había hecho ninguna imagen mental de ella. Ni siquiera me había parado a pensar sobre ello. Curioso.
Mientras caminábamos Juan Blanco me preguntó sobre aquellos primeros días tras el entrenamiento. Le contesté que habían ido bien, pero que aún no había podido poner lo aprendido en práctica. "Mejor que nunca tengas que hacerlo, eso querrá decir que las cosas no van a peor", fué su críptica respuesta. No añadió nada más y yo tampoco quise insistir con el tema. Había aprendido a no hacerle preguntas. Todo acababa por mostrarse tarde o temprano. No valía la pena comerse el coco, aunque a veces me daba rabia que dijera las cosas a medias.
-Aquí es -dijo al rato. Se había detenido frente a un terreno ajardinado, donde se distinguía al fondo un gran edificio de piedra gris, demasiado grande y funcional para tratarse de la torre de una viuda acaudalada. En el muro había un letrero de metal pulido con dos líneas grabadas que decían:

Institución Villar e Hijos.
Para el cuidado de enfermos terminales e incurables.

Miré a mi maestro. Se dió cuenta del terror que recorrió cada una de las terminaciones nerviosas de mi cerebro para terminar asomando a mi rostro, pero no dijo nada. Se limitó a abrir la verja y enfilar el sendero que cruzaba los jardines hacia la puerta principal. Avancé torpemente tras él, respirando profundamente. Los nervios por conocer a Carmen se habían multiplicado por mil. "Quizás sería mejor no conocerla" recuerdo que pensé, cobardemente.
Las puertas automáticas se hicieron a un lado y pasamos dentro. El aire acondicionado o el olor a hospital -o quizás las dos cosas a la vez- hicieron que se me pusiera la piel de gallina. Juan Blanco se plantó delante de la chica que estaba en información y le dijo que veníamos a ver a Carmen Freyle. Al parecer ya se conocían. La chica asintió con una sonrisa radiante en el rostro, como si estuviera deslumbrada por la presencia de mi mentor, y le dijo que estaba en su habitación.
Caminamos hacia el ascensor que había al fondo de la sala y noté como mi corazón se aceleraba. Pensé que los nervios acabarían conmigo. Que me impedirían seguir adelante. La mirada que Juan Blanco me lanzó cuando se abrieron las puertas del ascensor me serenaron. No me gusta que juegue con mi mente, pero en ese momento me sentí agradecido.

Y allí estaba Carmen. Tumbada en la cama con los ojos cerrados, respirando a través de una máquina. Al acercarme noté su mente en la mía. Me dió la bienvenida y por primera vez sentí algo en su tono de voz. Me acerqué. Era preciosa. Una de las mujeres más hermosas que he visto jamás.
"Gracias por el piropo" dijo mentalmente, y noté como se sonrojaba interiormente. Yo me sonrojé también, y los dos nos reímos sin mover los labios. Luego me pidió que le hablara, que riera de verdad. Que le gustaba oir voces y que las risas la hacían sentir bien.
La complací lo mejor que pude y estuvimos un buen rato hablando, cada uno a su manera. Durante nuestra conversación la noté débil aún, pero me dijo que en unos días estaría recuperada.
Finalmente, cuando Juan Blanco -que se había quedado esperando en la sala de espera- entró a decirme que la visita tenía que terminar, Carmen me prometió que el próximo día que fuera a visitarla respondería a la pregunta que me rondaba la cabeza y que no me había atrevido a formular.
Yo le prometí que no tendría que esperar muchos días.

5 comentarios:

QuiveringStar dijo...

Bien dosificada la información. Quizás algunos de tus lectores se sentirán decepcionados porque eliminas las escenas de acción contándolas sólo por encima. Quizás estaría bien ofrecer un post en el que contaras alguna de las detenciones realizadas, la más espectacular, o una que parece que te cueste más de lo necesario. No sé, de todas maneras continúa así :) Muy bien.

Anónimo dijo...

...esta perdiendo fuelle la historia!! :D
Pon algun personaje nuevo o algo diferente, que siempre parece la misma historia y se hace muy repetitivo.

Daniel Estorach Martín dijo...

Puf que rápido! Si lo acabo de colgar! XD

Al grano:
había que zanjar algunos temas. Paciencia.
De todas formas, esto no es la típica historia de superhéroes, aquí no hay combate tras combate. Lo siento si es lo que buscais algunos...
Intento acercarme lo más que puedo a la realidad, y creo que la realidad sería algo parecido a lo que escribo.
En un mundo sin superhéroes no hay supervillanos -almenos que se sepa-.
Tened paciencia por favor.
Habrá peleas memorables y sorpresas, pero no pueden pasar grandes cosas cada día.

Respecto a nuevos personajes: está a punto de aparecer el que elegí de entre todos los enviados al concurso :)

Un saludo!

Babilonios dijo...

Es cierto que podría haber más violencia o acción. Pero si pierdes el realismo se convertirá en un cómic escrito. Me gusta esta entrada.

Saludos

Anónimo dijo...

aoioioi