31 de enero de 2010

Jueves 22 de junio de 2007, 12:25h

Por una vez mi mejor amigo no nos ofreció una solución al problema que teníamos y convinimos en que lo único que se podía hacer era tener paciencia y estar listos para actuar.

-Pero –añadió Rafa cuando parecía que íbamos a dejar de lado el tema, he hizo una pausa dramática de las suyas mientras observaba detenidamente la etiqueta de su cerveza. Esperó a que Xavier y yo le miráramos, expectantes -, y sé que lo que os voy a decir puede sonar arriesgado..., si dais con él, no le detengais. Seguidle.

La idea que yo tenía desde un principio del secuestrador supongo que era más básica, más peliculera quizás. Pensaba en él como en un depredador y mi idea era simplemente darle caza. Pero el razonamiento de Rafa tenía su lógica: lo más probable era que el tipo trabajara para otros, que aprovechara sus poderes –si realmente los tenía- para ganarse la vida, aunque fuera de una forma tan asquerosa. Además, seguirle hasta su escondite era la única forma segura de dar con los niños desaparecidos, suponiendo que los retuviera en algún lado.

Así que las cosas se han complicado un poco más, ahora no solo tenemos que encontrarlo, sino que encima tenemos que seguirlo hasta su escondrijo.

¿No querías té? Pues toma dos tazas... Y a seguir esperando.

30 de enero de 2010

Miércoles 21 de junio de 2007, 16:40h

Puf, dentro de una hora he quedado con Xavier para retomar la vigilancia, pero hoy estoy cansado y me duele un poco la cabeza. Demasiadas horas seguidas frente al ordenador, me temo.
Ahora me obligo a hacer los trabajos en los que antes dedicaba varios días en unas pocas horas, y encima he tenido que decir que no a algunos encargos por falta de tiempo. Mi trabajo se está resintiendo por la falta de sueño, la falta de concentración, y por las prisas. Cuando los clientes empiecen a notarlo veremos qué pasa.
Puede que, como dijo Juan Blanco, se esté acercando el momento en que tenga que elegir entre el pasamontañas o el trabajo. Una decisión difícil, ya que hacer el bien no paga las facturas ni llena la nevera...

Miércoles 21 de junio de 2007, 10:23h

Esta noche hemos quedado con Rafa en el Menta Negra para ponerle al día, con suerte se le ocurrirá algo que nos sea de utilidad, porque por el momento estamos totalmente perdidos: no sabemos cada cuánto tiempo actúa el secuestrador, ni si lo hace siguiendo un horario; podría secuestrar a los niños por la mañana, al mediodía, por la tarde... Es el problema de que esos chavales no vayan a la escuela y de que la mayoría de los padres no tengan ningún tipo de control sobre ellos.

Es frustrante ver cómo pasan los días y que a pesar de los increibles poderes de que disponemos no avanzamos nada. Supongo que solo nos queda esperar a que vuelva a actuar y que tengamos la suerte de estar allí para poder cazarlo. O a que Rafa nos ilumine esta noche, claro.

29 de enero de 2010

Martes 20 de junio de 2007, 09:40h

Xavier y yo seguimos haciendo nuestras rondas por La Mina y Carmen ha empezado a hacer barridos por el resto de la ciudad, no fuera a ser que el secuestrador se hubiera trasladado a una zona más tranquila. Y es que, además de las patrullas vecinales, desde ayer hemos notado que hay más presencia policial en las calles. No sé si se tratará de una casualidad o de que finalmente alguien ha denunciado lo que está sucediendo. Sólo espero que no sea tarde y que el tipo no se haya desvanecido para siempre.

28 de enero de 2010

Domingo 18 de junio de 2007, 21:40h

Aún no ha habido suerte. Xavi y yo –y Carmen desde allá arriba- hemos estado vigilando las calles de La Mina estos últimos días sin resultado. No sé si es que mi patético intento de rescate del otro día asustó al tipo o es que aún es pronto para que vuelva a actuar, pero según Carmen no ha desaparecido ningún otro niño desde entonces.
Siguiendo el consejo de Carmen me corté el pelo y me lo teñí, y renové por completo mi vestuario antes de empezar a patrullar con Xavi, no fuera que alguien me reconociera y se volviera a liar. Esperaba que los metros que me separaron de mis perseguidores y la oscuridad creciente del atardecer fueran suficientes para que no se quedaran con mi cara.
En cuanto a Xavier, me ha sorprendido gratamente. Desde que lo llamé se ha comportado con total seriedad y se ha volcado totalmente en nuestra misión, incluso se ha cogido un par de semanas de vacaciones para ayudarme. Se podría decir que parece otra persona. Aunque claro, cuando no estamos de patrulla vuelve a ser él mismo, cosa que he llegado a agradecer estos días después de tantas horas vigilando en silencio.

Ayer, cuando dimos por concluido nuestro turno de guardia, me despedí de Xavi y me dirigí al centro, donde había quedado con Sara para cenar. Me llevó a un italiano cuyo nombre no recuerdo pero donde hacen un rissotto de escándalo, y al terminar nos acercamos al Tequila a tomar un par de cervezas. La noche iba genial, parecía que las cosas volvían a ser como al principio, como eran antes de que se lo contara todo. Pero la fastidié cuando le expliqué lo de los niños desaparecidos. Su expresión cambió, se tornó fría y distante. Me gustaría compartirlo todo con ella, pero me he dado cuenta de que por ahora será mejor hablar sobre cosas más mundanas: cómo lleva la universidad, si hay algún concierto o exposición a la que quiera ir, etc... Y eso hice, cambié de tema y en sus ojos ví que me lo agradecía. Paciencia, Dani, paciencia.

27 de enero de 2010

Viernes 16 de junio de 2007, 10:13h

Además de idiota, podeis llamarme iluso. Ayer por la tarde, cuando llevaba un par de horas dando vueltas por el barrio, me crucé por segunda vez con una de las patrullas ciudadanas, o mejor dicho, ellos se cruzaron conmigo. Casualmente estaba frente a un parque infantil, donde los niños jugaban ajenos a todo, vigilando los alrededores. Tan concentrado estaba en la búsqueda de algo sospechoso que ni me dí cuenta de que se me acercaba una turba de vecinos cabreados. Por suerte uno de ellos gritó algo antes de que llegaran junto a mí y salí del trance. Me volví y los ví avanzando hacia mí a unos treinta metros, uno de ellos, un tipo enorme que se había adelantado al grupo, blandía un bate de béisbol que casi parecía una ramita en sus manazas.

Observé su airado rostro y luego los de los vecinos que se acercaban a grandes zancadas detrás de él. Algunos empezaron a correr en mi dirección en cuanto vieron que me volvía hacia ellos. No había posibilidad de diálogo, lo veía en sus ojos. Buscaban un culpable y ése iba a ser yo. No les importaba en absoluto que no lo fuera, ni se les pasaba por la cabeza mi posible inocencia. Así que me dí la vuelta y salí por patas. Y entonces se alzó un coro de gritos furiosos y se lanzaron a la carrera tras mis pasos.
Mientras corría iba echando miradas hacia atrás, y ví como más gente se iba sumando a mis perseguidores. De repente algo cayó junto a mí y se rompió en añicos. Algo que parecía porcelana. Alcé la vista y ví como gente desde las ventanas me lanzaban cosas mientras gritaban. Aceleré el paso distanciándome aún más del grupo principal y doblé una esquina con la esperanza de alejarme lo suficiente como para despistarlos. Corrí en línea recta hacia la siguiente esquina dispuesto a cambiar de nuevo mi rumbo, pero cuando llegué otra patrulla hizo su aparición al final de la calle y momentos después la turba volvió a aparecer detrás mío. Me detuve unos segundos para estudiar la situación y tomar algo de aire. La turba que me perseguía, la cual había crecido considerablemente, se dividió en tres grupos, el mayor de los cuales siguió avanzando hacia mí ocupando todo el ancho de la calle. Los otros dos supuse que tenían intención de dirigirse a los cruces más próximos para rodearme.
-Sal de ahí. ¡Ya! –gritó Carmen repentinamente. Y como si me hubieran espoleado doblé la esquina y empecé a correr como nunca había corrido. A pesar de mis poderes estaba acojonado. Aquello me recordaba tanto a las viejas películas de zombis de Romero... Eran más lentos, pero eran más, muchos más, y si te acorralaban estabas listo.
Crucé la siguiente travesía como una exhalación, esquivando un par de coches y dejando cada vez más lejos a mis queridos y amigables vecinos, y volví a torcer en la siguiente esquina, y luego en otra más. Y hasta que perdí la cuenta y dejé de escuchar sus gritos no me detuve. No sabía donde estaba y las piernas me ardían y me costaba respirar. Me apoyé en la pared y esperé a recuperar el aliento.

Un par de minutos después llamé a Carmen: -¿Estás ahí?
-Sí, Dani, aquí estoy –respondió ella al instante.
-¿Siguen persiguiéndome?
-No, hace ya un buen rato que se han cansado. La mayoría han vuelto a sus casas.
-Bueno, creo que ha quedado demostrado que no puedo hacer ésto solo. Voy a necesitar a Xavier.
-Sí, y un buen cambio de look –dijo Carmen con sorna -. Si no quieres que mañana vuelvan a perseguirte, claro. Espero que no le hayas cogido el gusto.
-Muy graciosa.
-Creo que has pulverizado varios récords esta tarde –añadió segundos después, riéndose.
-Entre ellos el del más capullo –dije, y solté una carcajada.

26 de enero de 2010

Jueves 15 de junio de 2007, 17:41h

Hace media hora he llamado a Rafa y le he contado lo que pasó ayer noche, más por pedirle consejo que por otra cosa. Carmen sigue vigilando la zona mentalmente, a la espera de que alguien vea o recuerde algo que nos pueda ayudar, pero aparte de eso no tenemos ninguna otra línea de acción. Y la idea de esperar demasiado tiempo a que surja algo no es válida, el tipo podría desaparecer para no volver.
-¿Sabeis con seguridad que esas patrullas ciudadanas buscan a un hombre solo? –ha preguntado Rafa segundos después de que yo terminara mi relato.
-Sí –he contestado, a la expectativa. Sabía que en el cerebro de Rafa ya se estaba fraguando un plan.
-Pues es tan fácil como que no vayas solo –ha dicho finalmente.
-Claro, como conozco a tanta gente con poderes que me pueda acompañar...
-No he dicho nada de que te acompañe alguien con poderes, Dani. El que tiene que hacer el trabajo eres tú, pero bien que puede acompañarte alguien para evitar que te paren por la calle y te den una paliza un grupo de inocentes ciudadanos que buscan venganza y respuestas –lo que me decía no me estaba gustando un pelo. No soy muy bueno como adivino pero empezaba a ver hacía dónde conducía su razonamiento -. Los dos conocemos a alguien que te ayudará encantado.
-¿Estás hablando de Xavier, no? –he preguntado, no sin acritud.
-Pues sí, es perfecto y lo sabes. Sabe defenderse y dudo que nadie se meta con vosotros al verle.
-Pero tío, Xavi está un poco... ido... –he dicho, intentando encontrar las palabras adecuadas - ¿De veras crees que puede tomarse ésto en serio? De hecho, ¿me estás diciendo en serio que Xavi me acompañe o estás de coña?
-Hablo totalmente en serio, hombre. Xavi puede ser un flipado y un bocazas muchas veces, pero es un tío íntegro y comprometido cuando hace falta –entonces Rafa ha hecho una pausa antes de continuar -. Pero vamos, que si no te convence y tienes a alguien más en mente...
-No hay nadie más –le he cortado antes de que me soltara obviedades -. Supongo que no se pierde nada por probar, ¿no?

Mañana llamaré a Xavier, pero hoy es cosa mía y probaré de patrullar solo para ver qué sucede. Se supone que buscan a un tipo en coche y yo voy andando, por lo que puede que no llame su atención.

Martes 13 de junio de 2007, 11:22h

¡Puajjj!¡Qué asco! Hay gente que me dice que el Frenadol está bueno, que tiene gusto a zumo de naranja... Y yo me pregunto si alguna vez han tomado un zumo de naranja de verdad. No hay medicamento más asqueroso que el Frenadol. Aún recuerdo cuando mi madre me obligaba a tomarlo de pequeño, con solo olerlo me entraban arcadas. Por desgracia no conozco otro cosa que corte de raiz un constipado o un inminente gripazo.

Hablando de enfermedades, me viene a la mente que hace ya un tiempo que no me sangra la nariz. Las migrañas siguen apareciendo después de usar mis poderes, pero cada vez son más leves y cortas. Puede que sea un avance, ¿no?

Lo que no es un avance es perder el tiempo, así que será mejor que me ponga a maquetar si no quiero perder otro cliente. Ya van tres que dejan de encargarme cosas este último mes.

Jueves 15 de junio de 2007, 15:35h

He pasado media noche tirado en un callejón, inconsciente. Lo tengo merecido por idiota, claro, y aún gracias que estoy aquí ya que podría haber sido mucho peor. Solo me he roto las dos piernas.

Carmen y yo llevamos tres días investigando la desaparición de chavales en el barrio de La Mina, y es que ya hace unos meses que desaparecen niños casi a diario, mayormente inmigrantes sin papeles y algunos niños de etnia gitana. El problema más grave es que esta gente no pueden denunciar las desapariciones, por lo que las autoridades no pueden hacer nada. De hecho dudo que estén al corriente de lo que sucede en el barrio. Y ahí es donde entramos Carmen y yo.
Gracias a sus poderes y a su constante vigilancia de la ciudad se enteró de que grupos de gente en el barrio se habían puesto a patrullar las calles y de que muchas familias habían prohibido a sus hijos salir a la calle. Ese descubrimiento la llevó a todo lo demás. En los últimos dos meses habían desaparecido 23 niños y nadie había visto ni sabía nada.
Excepto Saúl, un niño aterrorizado de ocho años que dos días antes había visto a un hombre arrastrar a su hermana pequeña hasta un coche y desaparecer calle abajo. Saúl fué el que nos puso sobre la pista, a pesar de que fuera incapaz de recordar el más mínimo detalle tanto del hombre como del coche que conducía. Después de encontrarlo Carmen ha concentrado todos sus esfuerzos en vigilar el barrio, escrutando tantas mentes como ha podido sin resultado. Tiene una teoría sobre nuestro sospechoso: cree que puede tratarse de uno de los nuestros, alguien con el poder de camuflar sus pensamientos y confundir las mentes de los que le rodean.

Hablamos sobre esa posibilidad largo rato cuando me la comentó, y a pesar de que yo no estaba muy convencido, acordamos que la única opción que nos quedaba para acabar con aquello era vigilar in situ. El problema era que no podía hacer mi ronda por las calles como acostumbraba, no podía arriesgarme a que las patrullas ciudadanas que las recorrían me vieran. Nadie me conoce en el barrio, y coincidiremos en que un desconocido dando vueltas sin rumbo fijo, y en las circunstancias actuales, es demasiado sospechoso. Por lo que decidimos vigilar desde los tejados y que cuando llegara el momento de actuar ya pensaría en algo.

Y entonces pasa lo que pasa cuando dejamos las cosas a la improvisación: que uno va y se parte las dos piernas saltando desde un tercer piso y ve como se llevan en su cara a quién supuestamente debía salvar, además de comprobar lo que duele una fractura múltiple. Por si eso fuera poco, no recuerdo al tipo al que pretendía detener ni su coche. Ni siquiera recuerdo si era niño o niña lo que metió en su interior de un empujón. Lo que sí recuerdo es el brutal dolor recorriéndome el cuerpo y la voz de Carmen en mi cabeza. Y recuerdo que mi último pensamiento coherente mientras veía desaparecer el coche tras una esquina fué el de alejarme, el de arrastrarme hasta algún lugar oscuro y esperar a recuperarme. Si podía sobrevivir a una bala debía poder sobrevivir a un par de piernas rotas.

Lo siguiente que recuerdo de anoche es la voz de Carmen llamándome, el intenso y ácido olor a basura y el abrir los ojos en la casi absoluta oscuridad de un callejón. Estaba avanzada la noche y ya nada me dolía, solo el orgullo. Me levanté y comprobé que no tenía nada roto, y salí a la calle mientras Carmen me preguntaba si estaba bien. Y tuve que decirle la verdad: que no lo estaba.

Acababa de dar con uno de mis límites. Era más fuerte de lo normal, mucho más, y más rápido, y me recuperaba de casi cualquier herida, pero al parecer mi cuerpo seguía sujeto a la mayoría de las limitaciones del cuerpo humano. Hasta ese momento había creído que podría infringir las leyes de la naturaleza a mi conveniencia, y entonces la vida me había dado un puñetazo en la cara y me había hecho ver que no era así. No podría derribar muros a puñetazos, ni saltar desde treinta metros sobre un criminal.

Martes 13 de junio de 2007, 11:06h

Creo que me he constipado. Será mejor que vaya a la farmacia o me tocará añadir varios paquetes de kleenex a mi equipo habitual de patrulla, y no me imagino corriendo detrás de alguien mientras me sueno los mocos o estornudo como un loco. Lo único que sacaría de la situación sería comprobar que mis poderes no me protegen de las enfermedades comunes.