17 de marzo de 2011

Microrrelato ganador de la medalla de bronce

Equilibrio, por Francisco José Palacios Gomez


Gabriel terminó con reinado del mal de Matilde, soberana de la guardería. Ningún niño se libraba de llegar a su casa alguna vez con un ojo morado, una hemorragia nasal o los dientes de la malvada niña marcados en la piel. La profesora no sabía qué hacer ante las quejas de los padres, pues desconocía el origen de las lesiones. Los pequeños no se atrevían a denunciar a su agresora. La represalia podría ser aún peor. La pequeña Matilde, de cuatro años, les daba collejas con su supervelocidad, cuando la profesora no miraba. ¡Le encantaba verlos llorar! Si alguno disfrutaba con un juguete, iba presta a romperlo, con su superfuerza. Además,  era superinteligente. Sabía que esos poderes podían ser utilizados para hacer el bien pero…¡era tan divertido usarlos para provecho propio! Nadie conocía sus habilidades, ni siquiera sus padres. Si algún adulto la acusaba, ella expandía sus pupilas azules, y ponía rostro angelical. Nunca la castigaban.

Un día, Matilde acechaba a un pequeño, dispuesta a propinarle un buen susto, gracias a su invisibilidad. Algo le impactó en la cabeza, lo que provocó que volviera a ser visible, y cayera al suelo, presa del aturdimiento. Al otro lado del aula, Gabriel, el niño nuevo, sonreía, los ojos brillantes. Un biberón, lanzado con gran precisión, había tumbado a la niña. Gabriel también tenía superpoderes. Se erigió en el defensor del resto de la clase. Matilde aprendió entonces una gran lección: el universo es como una balanza que siempre acabe hallando el equilibrio.

3 comentarios:

Juan Carlos Fernández dijo...

Muy divertido y original.
Me ha gustado mucho.

J.C.

Iván Pérez dijo...

Muy divertido. Qué miedo de niños, jeje.

Ya me llegó el ejemplar de la novela, ¡gracias!

Vera Gaos dijo...

¡Qué chulada! Además una situación real, pero añadido los poderes jejejej, bueno combinación.